A veces pienso que la peor sensación del mundo, es cuando quieres escribir algo, expresarte y no puedes.
No, la peor sensación es cuando sabes qué quieres decir, pero no sabes cómo decirlo. Aunque supongo que forma parte de la magia de escribir... Millones de ideas pasan por tu cabeza, miles de voces te dictan las frases, las letras desordenadas se dan vuelta por tus manos desesperadas por ser plasmadas en el papel, y solo tú tienes la capacidad de organizar todo eso para crear algo que valga la pena. Escribir, borrar, reescribir, y volver a borrar. Intentas crear algo que valga la pena para ti, para el mundo, algo que merezca ser compartido.
Cuando intentas escribir experimentas miles de sensaciones, como todo artista. A veces ríes, a veces lloras. Puedes sentir repugnancia de tus ideas casuales, o amarlas a tal punto que no puedes evitar plasmarlas en el papel, así aun no tengan un total sentido. Enciendes tu cigarro y vas dejando que se consuma, colilla tras colillas, piensas y vuelves a pensar.
No sé mucho de la vida, por no decir que no sé nada; pero vivo la vida al máximo, como los niños que descubren cada detalle como algo magnífico e inigualable. Lloro por casi cualquier cosa. Aun no encuentro palabras para describir el placer que siento al ver al Sol ponerse; me indigna el hombre y la sociedad en la que vivimos actualmente, su falta de compromiso, sus críticas vacías. Odio a todas aquellas personas capaces de herir a otras sin sentir remordimiento alguno, en cualquier sentido de la palabra herir. Bailo con o sin música, canto en la ducha, y sé lo que es enamorarse y entregar el alma o más por esa persona. Me gusta leer, pero me gusta más escribir. Sufro de insomnio, me quejo demasiado, e imagino mi vida perfecta antes de dormirme, o a mi hombre ideal. Amo la lluvia, la olla de oro al final del arcoíris y si el agua no está caliente paso de bañarme. Me da miedo el mar y sueño con aprender a surfear, bastante contradictorio. Relaciono la lluvia con besos románticos, tardes de películas, pero sobre todo con dormir y dormir y dormir. Soy demasiado romántica, hasta el punto de llegarte a empalagar, pero sé vivir perfectamente sin una relación. También lo disfruto. Simplemente disfruto cada detalle en mi vida, cuando se dan, como se dan, y ese ha sido mi mayor secreto en éstos últimos diecisiete años.
No me considero una gran escritora, con todo lo que me falta saber sobre la vida, me falta mucho más por aprender sobre tal arte, arte el cual la sociedad ha ido menos preciando, quitándole su valor esencial. ¿Qué sería de la vida de aquellos que leen, si no hubiera alguien que les escribiera? ¿Qué sería de nosotros, los escritores o intentos de, si no tuviéramos alguien que disfrutara al leernos? Se lso diré: nada.
Leer, escribir, sinónimos antagógicos. Un arte, un placer, una pasión. Mi arte, mi placer, mi pasión. El poder de perderte en mundos y laberintos sin sentido, de dar tu alma por medio de letras, de viajar sin moverte de donde estás, desarrollar capacidades que creías no poseer, imaginarte en un paraíso sin siquiera moverte de tu silla, pasar de una época a otra en cuestión de páginas, soñar estando despierto.....
Todos en algún momento, cuando eramos pequeños, soñábamos que de grandes seríamos cosas absurdas: astronauta, bombero, veterinario, princesa, superhéroe, presidente, Flash, o tal vez un super villano. Pero después crecemos y nos planteamos cosas un poco más realistas: ingeniero, médico, cineasta, psicólogo, arquitecto. Puede que yo me haya perdido en un punto medio, o que nunca haya terminado de crecer, pero mi sueño absurdo todavía es el mismo que mi sueño realista.
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