No es culpa tuya, y
no, no lo estoy diciendo para que te sientas bien. Es así, tú no tienes la
culpa de nada de lo que está pasando. La culpa es totalmente mía, siempre ha
sido mía, ¿no? Soy yo la que he cambiado, la que no es igual, la que se extraña
a sí misma y por ello es que nada está bien. Aunque tienes razón, tú me
conociste después de que ya no era yo. Irónico, pero es así.
¿Dónde está la
"yo" que decía todo lo que pensaba en el momento? ¿La que decía las
cosas directamente, sin importar lo que los demás fuesen a pensar al respecto? ¿Dónde
está? ¿Acaso tú lo sabes? Yo no, y la necesito. Todo era mejor cuando yo era
ella... Mi vida era más fácil, más simple, menos complicada pues tenía menos
problemas. O quizás más, pero al menos me los ganaba por ser demasiado directa
y no por no ser capaz de decir las cosas que me molestan, las que me incomodan,
o las que necesito. Me los ganaba por ser sincera, y ustedes eran los que
tenían el problema conmigo, y no al revés. Es que ahora el problema lo tengo yo
conmigo por no ser capaz de expresarse libremente. Me he convertido en lo que
más odio de cada uno de ustedes. Ahora me guardo todo lo que quiero decir y me
trago mis palabras y comentarios, me voy ahogando, y cuando exploto todo
siempre acaba mal, o mejor dicho, peor.
Mi mayor defecto era
mi mejor virtud, y la estoy perdiendo.
¡Huye!, sálvate antes
de que sea demasiado tarde, antes de que te lastime o te arrastre conmigo a este
hueco oscuro, del que quizá no podamos escapar. Hazme caso y huye, si de verdad
me quieres, escápate muy lejos de mí. Olvídame. Sí, olvídame. Y no me digas que
te estoy pidiendo demasiado una vez más porque necesito que lo olvides todo. Olvida
nuestras tardes, mis buenos días, mis besos, mis caricias, nuestra historia.
Olvídalo todo y ponte a salvo, que lo que menos quiero es hacerte daño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario