“Si estás, y escoges quedarte, recuerda entonces las
cosas que no sabes, sujétalas bien, no las dejes escapar, llegará el día en que
puedas saberlas.
Si estás, y sabes cómo amar, recuerda entonces las
cosas que das, mantenlas del otro lado, no las hagas regresar, llegará el día
en que puedas volver a tenerlas.
Si estás, y piensas marcharte, recuerda entonces las
cosas que quieres, mantenlas vivas, no las dejes callar, llegará el día en que
las merezcas.”
Se detiene. Un
velo ligero y húmedo le cubre repentinamente los ojos. ¿Qué ocurre? ¿Por qué
esas palabras penetran y hacen tanto daño? ¿De veras no lo sé?, piensa mirando
fijamente aquellas letras que le destrozan el alma, como si se tratase de un
antiguo oráculo que acabase de darle las respuestas que tanto había buscado. El
amor se haya en aquellas pocas líneas, el amor, tal y como ella lo quiere y
como ya no lo tiene. O quizá nunca lo tuvo de ese modo. Porque el amor no es, y
no puede ser simplemente afecto. No se trata de costumbre o amabilidad. El amor
es locura, es el corazón que late a dos mil por hora, la luz que surge de noche
en pleno atardecer, las ganas de despertarse por la mañana sólo para mirar a
los ojos a esa persona, para mirarse. El amor es ese grito que ahoga la llama y
le hace comprender que es hora de cambiar.
Él. Recuerdos.
Millones de recuerdos con él, las cosas que le dice, su rostro, su mirada sincera.
Pero no sabemos hablar, no hay comunicación, no estamos hechos el uno para el
otro. Una lágrima desciende por su mejilla y cae sobre su pierna desnuda.
Probablemente esa
chica, sentada sobre su cama, iluminada solo por la luz de la pantalla no sepa
todavía qué es el amor. Pero al menos sí sabe lo que no es. Y así continúa
leyendo.
“Y caen las hojas, y parecen soles, y cae la nieve de
espuma sobre el mar. Y dos están tan juntos que parecen un final.”
Ese final que le
falta y siempre le ha faltado. Ese final que ha buscado como respuesta que no
tenía siquiera valor para plantearse ni a sí misma. Ese final que está
llegando, y pasa ante sus ojos como los créditos del final de la película. Del
mismo modo. Llegó el momento de aceptarlo, de tomar coraje y decirle que sí, ha
sido bonito, y aunque los actores salgan de escena, el escenario de la vida
sigue abierto y listo para nuevos espectáculos, simplemente te deseo lo mejor,
no sabes cuanto lo siento. Porque a la hora de decir adiós a algo que te marcó,
a alguien que en un momento determinado fue tu mundo, no te queda de otra que
reconocer que fue bonito, pero los sentimientos cambian, desearle suerte a la
otra persona, esperar con todas tus fuerzas que te sepa dejar atrás, y lamentar
no poder hacer nada para evitar el dolor que aquellas palabras causarán.
Cuando el corazón
se decide, cuando encuentra el coraje para cambiar el camino, no se debe
esperar ni un segundo más.
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