14 de diciembre de 2014

Conversación conmigo misma.

Ejercicio: Toma papel y bolígrafo. Siéntate cómodo y comienza a escribir durante diez minutos todo lo que pase por tu cabeza. No puedes parar. No puedes borrar ni enmendar. Solamente podrás escribir una lluvia de ideas, crear sin reflexionar al respecto. 
¡Comienza el juego!

Otra vez lo mismo. Odio esta actividad, me parece súper complicada. A ver si esta vez consigo escribir algo más que ideas balbuceadas al azar. ¡Mira!, un pájaro, el olor a césped y a lo lejos el motor de los carros. Carro tras carro y muchos pájaros. Un pato juega con el agua. Que maravilloso este mundo, quién hubiese pensado que la Universidad Simón Bolívar tuviese tantos recovecos para escribir. Hace más de un año que quería venir a la laguna y reencontrarme con mi soledad. Que fino estar aquí hoy, además el día está precioso. Hablando de soledad, entiendo a los románticos. Al final del dolor está el gusto de hundirse en él hasta poder escribir. Es delicioso, pero no podemos encerrarnos en la melancolía, en el dulce placer de la nostalgia. Desde la felicidad no se escribe así porque parece no sentirse nada, puesto el único que rompe es el dolor. ¿Quién dice que ser nostálgico es malo? Siento lo mismo que cuando nos hablan del lado correcto de la historia, calumnias. Falacias. Quisiera que la soledad entendiera el placer y el goce de la soledad, el dolor, la nostalgia y la melancolía: que no se avergüencen de ella. Poco a poco se agotarían los prejuicios. Alguien que quiero mucho me dijo una vez que cuando se está triste es necesario hundirse en el dolor, permitirse a uno mismo el caer y llorar, pero también hay que peinarse y volver a salir a la calle a seguir viviendo con la sonrisa en alto. Y claro que tiene razón, no lo dudo ni un poquito. Luego de la tristeza que acompaña a la soledad hay que volver a ser feliz, así como el ave fénix. Renacer de las cenizas, morir para volver a nacer. Ahora ha empezado a llover. ¡Que clima tan inestable! El destino me da un pedacito de razón. El gran acompañante de la soledad es la lluvia. Protegidos bajo un techo sin paredes no puedo evitar buscar el arco-iris que no está. Me identifico bastante con esa imagen, yo también sé reír y llorar a la vez. El sol tampoco está, ya se escondió. Tal vez en un mundo donde todos seamos patos, la lluvia podría ser todavía mas encantadora. Míralos jugar.

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