5 de diciembre de 2020

De amores, sueños y maletas

Hace algunas noches que al cerrar los ojos se me presenta la sombra de tu recuerdo. No te veo, no estás, no eres. Pero eres tú, en una energía sin rostro ni forma que se siente como tu presencia. Me he dado cuenta que ese muchacho al que conocí, que se quería comer el mundo y la sobraba energía, no fue el mismo que dejé al partir. Una oscuridad se fue posando lentamente en ti. 


Fuimos como la arena en la playa. Luchamos durante meses para acumular nuestra propia montaña de arena, pero se nos escapó entre los dedos. Ya no me reclamo a mi misma por haberme ido; nadie puede sostener la arena eternamente entre sus manos. De aquello que fuimos, ya nunca más seremos. 



Anoche estaba soñando en reencotrarme con alguien. Hacía frío y el viento sonaba como olas que reventaban contra mi ventana. Me dijo, casi como un reclamo, que yo nunca me quedaba quieta en un solo lugar. Le respondí, con la certeza de quien ya ha perdido más de un amor por ese desenfreno constante, que yo nací para ser del mundo, para explorarlo, conocer culturas, aprender idiomas, probar nuevos sabores y no parar. Me sonrió. Me dijo "tú siempre has sido así, si quiero estar contigo, tengo que aprender a moverme entre mares y paísajes". Fue un sueño bonito y dormí feliz. 


Ojalá algún día ser

esa persona por la que cruzarías océanos

solo por quedarte a su lado.


Algún día llegará esa persona que no le tenga miedo a meter su vida en una maleta y empezar, todas las veces que sea necesario, en un nuevo lugar. Mientras sea juntos. 

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