Tengo el corazón roto en mil pedazos. Una vez dije que amoricida era el suicidio de enamorarse sabiendo que un día te mataría. Sin duda, me convertí en mi amoricida favorita, pero sigo creyendo que tú eres él.
Desde que estaba en el colegio he creído que el amor es la fe que mueve el mundo. Algunos dicen que es la religión la que hace milagros, para mí es el amor, el señor que todo lo puede. Igual no me hagas ni puto caso.
Hay heridas que no sanan, pero aprendemos a vivir con ellas. Algunas las mostramos, como cicatrices dolorosas con orgullo; otras las escondemos pero con los años cada vez duelen menos.
Tengo días viendo una serie preciosa, no sé si disfruto más la cámara o los guiones, pero al menos me ayuda a no pensar en mi propia vida. Me ayuda a no ver mi dolor, que está allí y se muestra en forma de lágrimas durante los 15 segundos que tarda en ponerse el próximo episodio.
Te dije tantas veces que me rompías el corazón y al final me entendí que yo soy esa señora le dice a su amigo después de 40 años sin verlo que habría preferido que él le rompiese el corazón durante toda su vida a estar con alguien que nunca se lo partió.
El amor es una cosa inexplicable que no podemos ver pero sentimos, pero cuando los sentimientos te hacen sentir el vacío en el estómago y en el corazón es preferible volver a doblar la apuesta.
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