
A veces, si tenemos mucho tiempo tristes, nos vemos como las personas tristes que somos -en las que nos convertimos-. Dejamos de disfrutar, las palabras se nos deshacen en la boca temerosas de salir, y la sonrisa se nos transforma en una mueca.
Entonces uno solo se aferra a que al día siguiente serás feliz y el agua habrá traído la luz. Te despiertas por la mañana, te bañas, te arreglas bonita e intentas sonreír: pero así no funciona.
Bajo el vestido y el labial, persisten las sombras -en tu interior-.
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