16 de julio de 2015

El sueño de la razón produce monstruos.

Era viernes. Viernes al anochecer. Viernes trece. Viernes de mala suerte. Viernes de tragos con los amigos. Con extraños. Viernes de sustancias indebidas. Viernes de lujuria. Viernes sin pasión. Viernes de miedo. De terror.

Caminaba por la avenida, estaba sola, no se veía a nadie. Falda corta, media pantis, camisa escotada. Tacones. Todavía quedaban algunos rayos de sol sobre la acera. Tenía un cigarro, todavía apagado, en la mano derecha. Me sentía destruida, había sido el peor día de toda mi vida. Escuchaba ruidos que me ponían la piel de gallina: venían del aire.

Volaban alrededor mío. Los veía en lo alto, pero cada vez los sentía más cerca. Como si a cada segundo bajaran un poco más. Ahora creo que eran cosas mías. Nunca había pensado que los búhos y los murciélagos pudiesen simpatizar en un mismo espacio. Pero allí estaban. Volando encima de mí. Me sentía torturada de alguna forma siniestra.

Veía las plumas de los búhos. Distintos tonos del mismo gris. Matices, todos grises. Ojos grandes, picos pequeños. Siempre los había visto como animales dulces, creados por la naturaleza para asustar únicamente a los niños pequeños, y sin embargo sentía tanto miedo. En cambio los murciélagos eran como siempre los había imaginado: negros como el carbón. Tétricos.

Pronto se haría de noche. La simple idea me helaba la sangre. ¿Se encenderían las luces de la avenida esta noche? ¿Podría reconocerlos entre tanta oscuridad? ¿Qué pasaría después que me hubiesen alcanzado?

Me repetía una y otra vez que debía mantener la calma. Mamá siempre decía que los animales huelen el miedo, que si no les temía no me harían nada. Vaya manera de calmar a una niña. Pero esta noche no soy ninguna niña. ¿Dónde estará mamá? Ojalá no me vea en este estado. Debo llegar a casa cuanto antes.

Sólo quedan los últimos rayos de sol sobre la avenida. Los faroles continúan apagados, creo que esta noche tampoco los van a encender. Le he pedido fuego a un señor que venía caminando, y mientras encendía el cigarro me ha ofrecido algo de dinero para que me acueste con él. Sé que no me he arreglado como una dama, pero tampoco seré su puta. Esta noche no. He seguido caminando, el frío cada vez me cala más los huesos.

Qué estará pasando esta noche, los pájaros no me dejan en paz. Siguen volando. Siempre en mi cabeza. Sólo quería llegar al bar y beber algo con alguien. Con quien fuera. Sólo olvidar mi nombre. ¿Cuánto habré caminado? Comenzaré a alucinar del cansancio, como si no lo estuviese haciendo ya. Qué chiste.

No sé qué ha pasado los últimos minutos. ¿Dónde está Daniel? ¿Cuánto rato tengo caminando? ¿Dónde estoy? ¡Mira, un búho! ¡MURCIÉLAGOS! Nunca pensé que ambas aves pudiesen compartir el mismo espacio.

Ya debe ser más de media noche, quería llegar a casa a leer y sin embargo no sé dónde estoy. Me he preparado un porro, y justo ahora me lo estoy fumando. Vaya miseria de día, si parezco una prostituta. Por lo menos hubiese agarrado el dinero de ese señor. Mamá siempre decía que no debía aparentar ser algo que no era. Quizás sí sea una prostituta. Vaya cosas para decirle a una niña.

Sólo quería llegar al bar y beber algo con alguien. Con quien fuera. Pero estoy sola y no tengo ni a quien compartirle mi porro. Y esas malditas aves revoloteando en mi cabeza. Si por lo menos estuviese en un bosque mi miedo a los animales tendría más sentido. Pero mi vida ya no tiene sentido. Qué triste suena eso.

Pronto va a amanecer. He llegado a casa, he tirado los tacones en la entrada y me he desvestido. Me he quitado hasta la ropa interior, bien he podido ser la puta de ese señor. Me he puesto el abrigo en lugar de usar la dormilona. Este maldito frío de diciembre en pleno verano. Las aves han entrado a la casa junto conmigo. Me han rozado la piel, pero el sueño no me permite tener miedo.

Me he preparado un último porro y me he quedado dormida en el escritorio intentando escribir todo lo que he sentido esta noche. ¿Dónde estará Daniel? La habitación se ve tan oscura, como si fuese gris. Y todas estas aves siguen aquí. Hasta me ha parecido ver un felino. Pensaría que ha sido un sueño, pero creo que ha sido un cuento.

He vivido mi propio cuento. Escrito por mí, claro. Una noche que no fue esta noche. En una vida que no fue esta vida.

Mi propia pesadilla.

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