17 de agosto de 2016

De futuro

De miradas vacías y sonrisas al borde de la muerte, de la vida cuando son hojas secas volviendo a casa, de madrugadas y la luna recordándonos que somos fuertes lo somos, de la vida cuando nos asomamos desde la planta 32 y nos arrojamos a un vacío que se llama futuro, de tus besos después del desayuno, de pasar doscientas horas juntos al mes y luego la soledad, el amor al borde del precipicio.

Íbamos elegantes y nos subimos a un ascensor con desconocidos y te di la mano, y el mundo se paró por un instante, —la sensación de vértigo siempre es mejor si nos cogemos de la mano. Había luces y de repente era Navidad y hacía tanto frío que los sueños se congelaban; quisimos disparar para ganar, yo nunca supe cómo hacerlo. Yo nunca sabré cómo hacerlo. Tomamos el tren en la estación de siempre, tomamos un periódico y un café, y fuimos los extraños más enamorados del mundo. Jugamos a casarnos, a ser marido y mujer en la vida que siempre deseamos.


De nuevo la soledad, tengo una taza con un gato asustado en la que tomo el café. Tengo miedo del futuro. Tengo la nevera vacía y estoy decidiendo si debo salir de este agujero para ir a comprar. Tengo más miedo de camino al trabajo que cuando subo a la planta 32 y el mundo se antoja infinito. Estoy lejos de ti. Lejos de mí. Hay un viejo carro verde precioso cubierto de hojas, nunca se mueve, siempre está en el mismo lugar. 


Siempre quiero huir cuando lo veo. 

Pero ni él huye, ni nosotros; y solo esperamos que el futuro llegue pronto para que podamos caminar por las calles como los extraños más enamorados del mundo.

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