3 de noviembre de 2020

Las sonrisas

En estos días me he encontrado sola frente al mar. Parece que solo somos él y yo. Es un lugar inmenso para estar sola. Lloro con desgarro porque quien siente, sufre; quien ama, sufre. Pero he hecho las paces con mi dolor, he aceptado que debo sentirlo y vivirlo en la misma plenitud con la que disfruto y vivo los momentos felices. Alguna vez leí que el dolor es momentáneo, que es mi enemigo y mi aliado. He perdido demasiadas cosas en poco tiempo pero aún así río cuando me consigo un gato tumbado en la pared disfrutando del calor del sol, y le saludo. El corazón es muy grande y se encoge cuando sufre, pero sigue siendo grande y sigue amando. 




Cuando camino sola de regreso a casa me gusta hablar por teléfono. La compañía es agradabe si la conversación lo es. El invierno está llegando y cada día anochece más temprano, pronto estará oscuro cuando regrese a casa y ya no podré disfrutar los atardeceres. Es lo único que me mantiene viva en este momento, esos pequeños momentos que me recuerdan que mañana siempre será otro día y que puedo vivir un día  a la vez. Sin presionarme por el mañana, sin cuestionarme a mí misma cada segundo. 


Algo bueno tenía que venir. 

Esta semana he escrito mucho. He escrito más en cinco días que en el último año. Eso me enorgullece. 

Es un rencuentro con una parte de mí que aprecio mucho y se había ido a dar una vuelta, pero que ahora ha vuelto. 


Venecia está vacía. Es impresionante ver la Plaza San Marcos sin una multitud. Esa es una pequeña victoria: al menos un gol le tenía que meter a la vida. Pero también me genera mucha angustia. Es una señal de alarma ante la incertidumbre del porvenir. Un confinamiento es difícil, pero se necesitan herramientas que no tengo para vivirlo con tanto dolor por dentro. 


Nunca sabré cómo se ven tus ojos frente al mar. Cómo se mueve tu cabello rebelde bajo la brisa marina. No me canso de caminar frente al mar pero me pregunto constantemente si los gatos se cansan de ver el mar. Cada mañana espero un rescate que me aleje del silencio y la soledad y los pensamientos cortantes. A veces llega en forma de mensaje instántaneo con una invitación a cualquier lado. "Sí" es mi nueva palabra favorita.


Los periodos sin abrazos son tan largos que a veces olvido cómo se siente que otra persona roce mi piel. Las personas son más frías y el virus los mantiene al margen. La distancia, las mascarillas. Hoy me he sorprendido al descubrir la hermosa sonrisa de una compañera. Nunca había visto su sonrisa, pero no porque no sonría, si no porque la mascarilla la mantiene oculta. Qué importantes son las sonrisas. 

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