15 de agosto de 2017

De mi insomnio para ustedes

A veces no puedes dormir porque los recuerdos se esconden debajo de la almohada, y te cortan al recostarte en ella. Otras veces -hoy- no puedes dormir porque los miedos se te clavan como recuerdos cuando te metes en la cama. 

Hace dos años me prometí a mi misma contarme los momentos felices, para recordarlos siempre. Funciona como antídoto ante las cosas malas del mundo, ante la vida y su karma. 

Hay días en los que el rencor te nubla el pensamiento. Hay días fríos como hoy, días tristes, pero si los miras bien, con cuidado, hay momentos felices entremedio. 

Hoy conté al menos cuatro. 

Después me di cuenta que yo soy la única responsable de la mierda de mi vida y tomé las riendas. Me comí mi orgullo y me disculpé por mis errores. Los acepté, los abracé y los encerré en un baúl. 

Mis miedos me sacudieron la noche. Recordé que a veces, cuando el silencio hace ruido, aparecen personas que llenan los vacíos con su compañía y te remplazan sin que nadie lo note, hasta que es demasiado tarde. 

Tomé las riendas y decidí que esa no sería la historia de nuestro futuro. 

Aún así, otro miedo perfora la almohada, pero sobre ese no puedo hacer nada. Tomé una moneda y la lancé al aire, todavía no ha caigo, pero cuando lo haga el destino habrá decidido por mí. 

Con un poco de suerte, será sello, y te quedarás a mi lado para escribir la historia de nuestras vidas juntos. Pero ya saben, la vida es una puta y el karma disfruta no poner la suerte de tu lado. 

Pero los jueves de pizza, cerveza y Netflix siempre quedarán, como una bonita canción, como un Ávila tatuada en el pie izquierdo, como una película de los años 60 a todo color. 

Ahora es mi turno de ganarle la batalla al insomnio, de creerme bonita para sentirme, de contar ovejas hasta caer en un sueño profundo donde somos felices y no nos transformamos en nuestros propios enemigos. Ojalá esta vez, la suerte me acompañe.


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