Aproveché ese mes lejos de casa para pensar y reencontrarme conmigo misma. ¡Oh, migo misma, como te extrañaba! Aproveché esos días de soledad para pensar en mí, para dejar de pensar en ti.
Las noches cálidas pausaban mi dolor, prometían días mejores, quizás con él o con alguien más, pero un futuro nuevo pleno de felicidad. Aquél verano me recordó que sólo yo era dueña de mi destino y no podía desperdiciar un minuto más de mi maravillosa vida lamentando todo aquello que pudo ser y no fue.
Septiembre me enseñó que aunque la marea púrpura te devuelva algo más que recuerdos y te muestre los recovecos que habitaron de tu alma, aun quedan millones más que alguien nuevo podrá llenar.
Ahora pienso mucho más en mí.