15 de septiembre de 2021

No más

No. Es lo que debí haber dicho en el instante que abriste la boca y dijiste no sé que cosa que ahora no puedo olvidar.


No. Es lo que me grito en la mente cada vez que recuerdo tus brazos.


No. Es lo que siempre vamos a ser; un rotundo y roto no, un golpe contra la pared, una ventana cerrada, mi mirada apagada, la luz de un motel clausurado, el corcho del vino que olvidamos en la entrada, esa resaca que deprime, el dolor que no se apaga, un recuerdo olvidado. Nada.


No. Tú y yo, un siempre no.

5 de septiembre de 2021

Todas las canciones me hablan de ti.



Hay una frase que me persigue últimamente: Todas las canciones me hablan de ti. No sé si la leí, la soñé o la sentí, pero lo cierto es que últimamente te llevo tatuado en la piel. Escucho melodías que me han acompañado desde siempre, y te encuentro entre sus líricas. Escucho melodías que he tarareado junto a ti, y encuentro tu sonrisa (sonriéndome). Incluso, cuando escucho canciones por primera vez, un eco me susurra tu nombre. No sé qué está pasando, no sé si lo quiero saber. A veces el corazón me aprieta en el pecho, lo hace cuando está triste pero también cuando no le caben las alegrías entre cada latido. Volví a releer mi libro favorito y me enloquecí por primera vez con la canción maldita. No dejo de tararear su poesía en mi cabeza y la nostalgia de las vidas que no he vivido me recuerda que es imposible saber la fecha de caducidad que tienen las historias. En ocasiones soy más afortunada, y sin tantos juegos de la mente imagino que Sabina habla de nosotros, de la próxima vez que salgamos a comernos la noche. A lo lejos escucho el campanario de una iglesia y la tarde huele a verano, a vida, a ganas de ser y estar contigo. La distancia se siente como una traición del inconsciente, que a veces te arroja entre los rostros reconocibles de mis sueños. ¿Cuánto tiempo dura el futuro? ¿Cuánto tiempo dura la distancia? Soy terca, desde siempre. Esa terquedad, a veces, ha sido mi mayor virtud, pero en otros momentos también ha sido mi mayor defecto. ¿Eres tú parte de mi propia terquedad? Hace pocos días murió una periodista que con sus fotografías nos recordaba la fragilidad de la vida y las ganas de (sobre)vivir. Sus imágenes mostraban la crudeza de la vida escapándose entre sus dedos, pero sus palabras reflejaban su deseo de aferrarse a seguir aquí. Nunca la conocí, pero estoy segura que vivió sus últimos meses rodeada de amor; de la comprensión y apoyo de su pareja, padres, amigos, colegas, y un miles de personas que seguían su batalla a través de sus fotografías y una pantalla. Un muro indetenible de fortaleza. La Vida se empeña en recordarme que tú eres mi calma y mi sosiego, que el abandono no es una posibilidad, que hay sentimientos irremplazables. Hoy me vuelvo a abrazar a mi mochila de emociones confusas, a veces tristes y a veces felices, dejo que algunas de ellas me acaricien las lágrimas y la sonrisa (antes de volverla a guardar para salir a la batalla que es la vida). Hoy no quiero jugar con una cerilla en la estación de gasolina porque ya sé que todo va a arder. Hoy solo quiero que se muera el olvido.