31 de mayo de 2018

Silencios que tocan y muerden

Montarte en un carro sin dirección, recorrer carreteras interminables con gasolineras a los lados. Comprar un montón de ropa interior e irte sin mirar el pasado. Tenerte a ti de copiloto y cantar aquella canción de Yordano a todo pulmón. La poesía de tu escritora favorita, el cigarro en la terraza y el calor del caribe en tu piel. Recuerdas el los trenes que se van mientras decides que hacer esa madrugada en la estación. Las diapositivas de la vida que no has vivido, que nadie ha podido vivir. Y en medio de la entrevista, le vuelves a preguntar a esa señora de ojos tristes cómo era la temperatura del ambiente en el momento de la desgracia. Caminaba en busca de mí misma cuando encontré un jardín escondido dentro del portal de un edificio, un jardín que no podía alcanzar. Una mujer desnuda que camina por su propia casa vacía, imaginando dónde colocará los muebles que acaba de comprar. Y de nuevo la carretera interminable y el yesquero que al tocar el suelo genera el incendio.

17 de mayo de 2018

La protagonista del cigarro




Como una niña que extraña su infancia y canta una canción de una película animada que habla sobre cacahuates como si así fuese a volver el tiempo. Como la protagonista de esa película, fumando en la ventana, viendo pasar su vida entre el humo. Como la muchacha que se pone vestidos cada día para comerse al mundo aunque este se la coma a ella. Hay algo que te llena los ojos de vida, podría ser tu reflejo en el espejo. Cada noche con un trago en la mano, dejabas ir a las nostalgias y los momentos amargos de tu trabajo; en ese momento planeabas atracar corazones y librerías. 

Me preocupan los libros en la mesita de noche, la falta de tiempo, las ojeras, el cansancio. El tiempo me atormenta. A veces me pregunto dónde dejé esa versión llena de vida que no quería dormir, solo vivir. Sin duda ya no está. A veces me acuerdo de ese gato que tomaba el sol en una ventana de un edificio blanco un sábado por la mañana. Estábamos cerca de la montaña y lo veía desde la acera de enfrente apacible, sin moverse, disfrutando el calor de los rayos de luz en una mañana nublada.

A veces disfruto haciendo fotos, dejo que mis ojos me guíen para sostener el instante en el tiempo. Mi momento favorito del día son los atardeceres, AMO fotografiarlos, creo que por eso me gustaste tanto. Dentro de ti habita el atardecer más bonito del mundo. Tanto, que aunque la ciudad se haga pequeña cual jaula, tú puedes volar por ella sin miedo. Porque los trenes, como sabes, te echan de menos y tú lo disfrutas.

Como protagonista de película europea, francesa exactamente, que se pone el sombrero para volvérselo a quitar una escena más adelante. Me siento en el café con una sonrisa espontánea y ordeno una bebida caliente. Abro un libro cualquiera y, como si nadie lo esperase, aparece un joven que interrumpe la lectura y me pregunta si entendí a Camus o si quisiera vivir como él. Y sin que pasen grandes cosas pero sin que nadie en la sala pueda pestañear, llegan las palabras que anuncian el fin. Pero, ¿qué importa?

14 de mayo de 2018

La palabra por D

Lo peor son las noches solitarias, el corazón girando en espiral. El sonido del agua de la vecina de arriba, cuando se levanta de madrugada para ir al baño y te despierta. Lo peor son las mañanas, que no sabes si puedes ponerte un vestido porque el día podría convertirse en una pesadilla. El café en la mañana que ya no te preparas, la prisa, el sonido de la licuadora. Las ganas que dejaste en la cama antes de entrar al salón de clase con alguien que odia su existencia. Lo peor son las noches sin estrellas, la luna que no se ve detrás de los edificios, la ropa acumulada en la cesta de la ropa sucia. El desorden, el polvo, los platos sucios amontonados en la vajilla y que nadie los quiere limpiar. Lo que más me duele es el libro en la mesilla, que me habla del dolor de una chica en su viaje en carretera hasta que una cerilla tocó el suelo en una estación de gasolina. Lo peor es, en definitiva, la soledad de una casa en ruinas.

10 de mayo de 2018

Miradas de sal

Hablaremos de música, de las letras y la cultura. Hablaremos de mis libros favoritos, los que te compartí antes de emprender el viaje, los que odiaste. Hablaremos de las flores del cementerio, de las tradiciones, de los nervios. Te imagino despertando por las mañanas con olor a café, con las ansias del porvenir y el miedo de salir a la calle. 

Hay un poema de Manuel Pujante que habla de París, el Sena y el amor; pero para nosotros es distinto: "cuando me abrazas, me cabe Caracas en el bolsillo y el Ávila en el pecho". Eso es lo que te quería enseñar. La montaña bonita de la que te hablé, su luz y sus verdes.

Solo vale la pena si somos poesía, que no es lo mismo que magia. En los poemas hay dolor y sufrimiento, pasiones infinitas, como posiblemente habrá después de nosotros. Seamos poesía. 

Al acabar la primavera, llegará el verano. El calor del mar Caribe, el olor a salitre que tanto me gusta. Las carreteras descompuestas en un país destruido y descuidado, todo se confunde con el tiempo en esta ciudad llena de autos.  

Los locos como tú aman el desastre y, afortunadamente, ese es mi segundo nombre. En la ciudad de los techos rojos no hay inviernos ni otoños, a veces los árboles florean y después se despluman dejando una alfombra amarilla a su paso.