Guarda tu nombre en mis labios, mi pelo en tu espalda, tu cara en mi almohada; mi risa quebrada, tus ojos cerrados, mis gritos callados, estas ganas que cortan, las gotas que de mis pestañas brotan; quédate el café de la mañana, el viento de abril, la lluvia en mi pelo, la mota en el cenicero, los mil “te quiero”.
Olvida mis ruinas, mi casa en ruinas, mi cara en ruinas, mi existencia en ruinas, mis grietas, mis dudas, mis rabietas, mis maletas, tu partida; quédate tu miedo, tu duelo, tu vicio, el desquicio de este amor perdido y promiscuo que se regala de a ratos y me escupe en la cara… llorando como si hubiera sido yo la que le hizo daño.
Acábate de una, no existas a medias, vete, muérete, cállate, ahógate, córtate las piernas, no regreses nunca, no vuelvas, no sonrías cuando no te vea, no aprendas nuevos nombres, no te vayas, no me veas, no llores, no duermas en otra cama, no encuentres la calma, quédate.