31 de octubre de 2020

Carajo

Guarda tu nombre en mis labios, mi pelo en tu espalda, tu cara en mi almohada; mi risa quebrada, tus ojos cerrados, mis gritos callados, estas ganas que cortan, las gotas que de mis pestañas brotan; quédate el café de la mañana, el viento de abril, la lluvia en mi pelo, la mota en el cenicero, los mil “te quiero”. 


Olvida mis ruinas, mi casa en ruinas, mi cara en ruinas, mi existencia en ruinas, mis grietas, mis dudas, mis rabietas, mis maletas, tu partida; quédate tu miedo, tu duelo, tu vicio, el desquicio de este amor perdido y promiscuo que se regala de a ratos y me escupe en la cara… llorando como si hubiera sido yo la que le hizo daño. 


Acábate de una, no existas a medias, vete, muérete, cállate, ahógate, córtate las piernas, no regreses nunca, no vuelvas, no sonrías cuando no te vea, no aprendas nuevos nombres, no te vayas, no me veas, no llores, no duermas en otra cama, no encuentres la calma, quédate.  

30 de octubre de 2020

La soledad es una ciudad vacía

No me queda mucho en esta realidad impuesta, por no decir que no me queda nada. Después de mucho llorar me obligué a mí misma a recordar que el dolor siempre me ha servido para crear. Y aquí estoy sentada nuevamente frente al teclado transformando mis lágrimas en palabras -de amor-.

Veo el agua salada a diario al salir de mi casa. Estoy en una isla rodeada de agua y no importa hacia dónde camine siempre termino oliendo el mar. Estoy aíslada en una soledad quasi absoluta que me obliga a recorrer los rincones de esta ciudad sin más compañía que mis pasos y mi cámara. 

La calma es absoluta, tropezarse con alguien parece un milagro y, sin embargo, cuando me hablan no entiendo ni media palabra. Respiro. A veces. Solamente cuando dejo de pensar en el futuro y en el pasado, en las decisiones que he tomado y las decisiones que otros han tomado por mí. A veces me cuestiono y me trato con mucha rabia, otras veces me trato con la misma comprensión con la que escucharía a una amiga. Tengo la vida por delante pero me están metiendo una goleada en la portería. 

Últimamente el mar me huele la nostalgia de todo lo que he dejado atrás. La ciudad del amor se siente vacía, triste y sola. Hace mucho frío para caminar por la playa. He vuelto a leer como un refugio contra los recuerdos; al fin y al cabo, las palabras son lo único que siempre me mantuvo cuerda.

Será el invierno más frío de todos los tiempos, pero sobreviviremos. Sobreviviré. Me repito a mi misma que soy valiente, aunque no sepa con qué se come eso. Me repito que puedo salir adelante, porque lo he hecho, he sido testigo.

Estoy empeñada en conquistar cada atardecer, en disfrutar las estrellas y el frío de la misma forma como una vez disfruté el mar. Las hojas seguirán cayendo y, eventualmente, llegará la primavera en una nueva ciudad. Ojalá.

 

Lo que no nos habían dicho de cuando te vas de casa es que la soledad no hace más que aumentar. 




27 de octubre de 2020

Lo único que no

Quiero todas las comas y los puntos, quiero la lluvia y el desastre, mientras sea juntos. Despertar una mañana y que sigas aquí, besarte si me da la gana, romper la cama, comerte la cara, guardarme tu risa, arrancarte las ganas, morirnos a prisa, secarte los daños, quedarme tus años, una planta en la ventana, bailar lento sin decirnos nada, volvernos tormenta, recuperar la calma, regar la planta en la ventana, ver que ha dado flores, sentir el sol en el pelo, que me abraces y digas “te quiero”, construir un fuerte debajo de la mesa, usar la ropa de cobijas, que todos los días me elijas, ser tu risa, guardarme tu risa, comerme tu risa, ver la planta en la ventana, llorar porque está muerta, romper la ventana, cortarnos la risa, ver que ya no hay ganas, secarnos los daños, bailar lento sin decirnos nada, olvidar la calma… volver a empezar.


Quiero todas las comas y los puntos, menos ese terrible que marca el final. 

26 de octubre de 2020

El no-Nueve

Caminar contigo por la calle, unos pasos delante, solo para subirme la falda cuando no venga nadie y veas que me he dejado las bragas en casa. Podría decirte un viernes cualquiera en el balcón que te voy a querer el resto de mis días y luego saltar desde el piso 09.

Contigo he aprendido a vivir la vida con intensidad. A subirle la saturación a mis días. Es gracioso,  contrario a las apuestas de Sesma, realmente no nos vamos a morir a 200 km/h en la autopista porque nunca pasas de 80, pero igual se siente la adrenalina.

Hace un año me cuidabas de mis fantasmas mientras mandaba mi vida por la poceta una medianoche cualquiera. Yo solo espero que los sentimientos que nacieron esa noche sigan tan vigentes como cuando una madrugada borracho malcedías diciendo "Fucking Lucrecia" en tu sofá.

Los días pasan lentos pero con la certeza que las semanas siguen avanzando en el calendario. La distancia es mayor pero el tiempo solo nos acerca. No puede hacer otra cosa. Así es el amor: Una apuesta continua. Creemos que la cerilla no tocará el suelo cuando paremos a llenar el tanque en medio del viaje; creemos que, a pesar del calor, no volaremos por los aires. 

Y no lo haremos.
Te amo. 

12 de octubre de 2020

Ventanas llenas de lágrimas

No puedo respirar; mi cuerpo está flotando pero en mi cabeza estás. Joder, no puedo respirar. A veces me siento una máquina de autodestrucción, para que así, si me vieras feliz no podrías notar la diferencia. Tal vez seas tú quien está celebrando mi funeral cuando todavía no estoy muerta. 


"Si nadie me busca, no estoy perdida"; me digo a mí misma de consuelo. Estoy en medio del oceano gritando auxilio sin que nadie me escuche. Solo las olas, cabronas, que se ríen mientras me ahogan. 


No hables de mí en pasado. 

Joder, para eso mejor no hables de mí. 


Habla de mí en futuro. En presente. 

En somos, en estamos. 

En reecuentros. 

En besos. 


El soundtrack son las canciones de amor que te escribí en la distancia, cuando no sabía el poder que tiene el tiempo. A veces quisiera una promesa a la que aferrarme, un ojalá al que abrazar cuando las ventanas se me llenan de lágrimas, cuando no puedo ni respirar sin gritar. 


Olvídate de mi nombre. Tú no tienes derecho a llamarme por él. Para ti yo soy otra cosa; muchas cosas, pero no soy Lucrecia.


Te espero del otro lado del río, sin saber si hago bien pero sin poder hacer otra cosa. No puedo aparcar el mundo mientras te espero, pero lo intento.

Lo prometo.