20 de febrero de 2018

Madrugadas que revelan estrellas

 Ildemaro Trias, fotografía de Caracas a la 1:30 am durante el apagón del 14 de febrero de 2018

Las ciudades de madrugada siempre me han dado ganas de salir corriendo y huir, despertar de mañana en un lugar lejano donde solo conserve el recuerdo, conocer todas las carreteras del mundo y tus ojos grises con ganas de amar. Cada reencuentro era una nueva aventura donde lo más importante era tomarnos de la mano como si con eso pudiésemos atrapar los pocos rayos del invierno. Me pasaría media vida huyendo con tal de mirar las estrellas que se esconden sobre Caracas. Volver a casa al salir el sol con los ojos llenos de vida y el corazón a prueba de bombas. Todo es más sencillo de lo que nosotros creemos: la rebeldía está en sonreír una vez al día, saber por quién luchar, mirar al cielo y abrazar la vida. Desde que regresé a la ciudad que muerde me siento como una película de ficción. 

Nado en los ríos que me sé de memoria, ya perdí el miedo a ahogarme, y soy un poco más valiente. Solo recuerdo que estoy hecha de mar, huidas y sueños; por eso sigo.

14 de febrero de 2018

Solo quiero quedarme contigo

Hay días en los que me siento perdida, donde nos imagino bailando sin ritmo en una terraza desconocida, besándonos nuevamente en una azotea con vista al mar. Azul o tal vez verde, no sé. 

La primera vez me perdí en tu mirada, mientras me rompías los esquemas de lo que creía posible -y las medias-. Nos he visto amanecer en un lugar desconocido, cumpliendo una promesa que no quería creer. Con un desayuno, y por supuesto, un café cremoso servido en una bandeja color miel. 

Sonaba el soundtrack de esa película nominada a los premios de la Academia. Tengo tantas ganas como miedo y dudas. Luchamos contra el destino y lo posible con palabras. 

A las 3 de la mañana siempre suena el teléfono y me arranca una sonrisa, para ti ya ha amanecido. Olvidamos quienes somos por un instante e imaginamos otro beso en pleno invierno. 

Olvidamos que con el tiempo todo se vuelve polvo y flores muertas. 

Qué importa. 

Renacemos en la mirada, renacemos en cada nota en la mesa de tu cuarto luego que sale el sol. "Me debes un amanecer". Y antes de largarte, tú jugabas a darme besos. Quería que te quedaras aunque después todo desapareciese. 

Siempre como si fuese el último beso, la última noche, la última mentira. Las ciudades son conocidas pero no para nosotros. Nos dan la bienvenida, algún gato blanco nos mira a lo lejos. Hemos llegado. 

Nos imagino de tantas maneras, volando sin movernos de donde estamos, cruzando fronteras, viajando como el mejor viaje que tenemos cerca. 

6 de febrero de 2018

El poema que te prometí y por fin escribí



¿Es mejor la distancia?
¿Un mar no es suficiente?
¿Un océano lo es?
¿Merece la pena la vuelta al mundo?


El mundo debería darse la vuelta
para que nos encontremos.

Pero, sabes,
ya está girando
y no nos acerca.

Qué pasa con la tristeza
cuando sobrevive a la taza de café
a las miradas a través de la ventana,
al cigarro que nunca quieres apagar,
a los bancos en salas de espera.

Qué pasa con la ansiedad
cuando se instala en la boca del estómago
y no te deja respirar
y no te deja pensar.

Las malditas despedidas
que deseases
que no existieran,
que nos desgarran el corazón
en mil pedazos.


Prefiero no hablar
de cicatrices
ni de heridos
ni de muertos

Dices que te vas
porque allá la vida llegará
y arrastrará con todo
y habrá puntos
y seguidos.


pero solo veo puntos
y comas.

Llegará la paz,
la felicidad saludará,
desde otro tejado,
solo debo bajar el ritmo
me repito


para vivir de nuevo.

Me da vértigo
la posibilidad de despedirme
en el aeropuerto
y no vuelva a ver tu mirada,
jamás.


Nadie volverá a hablar
de cicatrices
ni de heridos.

Sería mejor
no decir nada
porque prefiero la guerra,
cuerpo a cuerpo;
esta ciudad es increíble
porque tú estás en ella.


No me pidas que vuelva
sin ti.

Dices que no rompa más platos
ellos no tienen la culpa;
la paz o la distancia,
la bendita guerra.

Ya nadie habla
de cicatrices
de heridos
ni de muerte.


Aunque ya
ni tú
ni yo
vivimos,
o morimos.

1 de febrero de 2018

Volver a creer

Digo que quiero escribir un libro, pero tengo un montón de textos en borradores que no sé si algún día podré acabar. Tengo un corazón en la mano que quiere volar, pensamos que sanábamos las heridas y quedamos sedientos de abrazos -que se hacen imposibles a la distancia. 

Tan lejos que duele
ya no reconozco tus ojos
ya no me recuerdan 
lo bien que me queda el labial.

Prefiero los abrazos en camas diminutas, que los mares que no saben de amar. Prefiero tus besos bajo el sol de la playa, que los recuerdos de tus manos sobre las mías bajo la nieve. Te dije que esta ciudad calurosa, realmente es fría en las noches, pero no te importó. 

Tengo en la mesita un poemario 
que habla de nosotros.

Hay mañanas que a pesar del dolor llevo vestidos de colores y lencería negra -para sentirme bonita. Hay tardes que a pesar de la alegría no sé salir de esta cama vacía. Una noche ahogué en cervezas toda la esperanza y la ciudad con amargura volvió a brillar. No siempre me cuesta soñar. 

Hay noches que por el miedo tengo los ojos cansados
las sábanas se me pegan al alma;
otras que parezco valiente
y salgo a bailar.

Qué haremos si todos estos kilómetros se quedan para siempre, si no pasamos del prólogo, si de nuevo tu nombre no se junta con el mío. Dónde dejaremos las fotos que no nos tomamos, los libros que no leímos, las películas que no vimos. Cómo se vuelve a creer, cómo se contempla otro amanecer. 

Cuando me decías que tu casa era la mía,
cuando no sabía volver,
cuando te pedía
me despertases antes de marchar


y lo hacías con besos

El tiempo también es fuego, espero nunca sepamos apagarnos.