La última noche que pasamos juntos no dejé de abrazarte y por mi cabeza pasaba todo el rato el pensamiento de que sería la última vez. Esta mañana tomé un café y me volví a sentar frente al teclado. ¿Podré alguna vez escribir un libro? Tengo ganas de gritar y tengo miedo a equivocarme, a perderme, a no volver.
La calle donde vivo está llena de una alfombra naranja de hojas secas. Es un misterio lo bonita que es. Jugamos a ser marido y mujer pero ahora vivo con una desconocida con quien no quiero vivir. Me repito que todo es temporal. Inlcuso nosotros.
Camino viendo a Venecia a lo lejos. Tengo miedo al futuro. Estoy lejos de todas las personas que me importan y solo me tengo a mí. Ahora sé que nunca caminaremos por estas calles como los extraños más enamorados del mundo, que nunca te tomaré de la mano en el avión ni te mostraré mi forma de viajar -aunque mi forma de comerme el mundo ya la conoces-.
Me estoy permitiendo ser y sentir. He llorado tanto y he reído tanto, he hecho la compra y me he perdido en un pasillo lleno de promociones sin ningún orden coherente al que aferrarme, me he perdido caminando por una nueva ciudad y es el mejor sentimiento del mundo.
Tal vez en diez años nada de esto exista y esté bajo el agua y sea el recuerdo de una ciudad que existió y se hundió. Supongo que eso me hace afortunada. Una privilegiada, me digo a mí misma.
Contruir una vida desde las ruinas de un corazón vacío. Eso es lo que estoy haciendo ahora. Ojalá la soledad me ayude a ser más fuerte. Vivo rodeada de mar, vivo en la isla con los atardeceres más bonitos del universo. Veo el Sol ponerse cada tarde en una laguna de agua salada y teñir el cielo de naranjas y violetas. Las lágrimas son del color del mar y me refugio en canciones que me recuerdan al hogar que perdí. Es como si un torrente de tristeza se hubiera instalado en mis ojos y amenaza con quedarse a vivir; se me atragantan las palabras de tanta ausencia en los ojos.
Creo que me quedé yo sola con los sueños que pensé que habías compartido conmigo y ahora me doy cuenta que no fue así. La vida frente al abismo. Echo todo de menos. Echo de menos a todo el mundo y me atormenta la incertidumbre de no saber si nunca más volveré a ver a alguien. Porque tuvimos la dicha y la miseria de nacer en un país que nos obliga a dejarlo y cada quien toma un destino diferente. Me atormenta el mar que no puedo sentir en la piel por el frío, la vida cuando corríamos en contra del tiempo y cada día era una día que habíamos ganado para estar juntos.