10 de diciembre de 2020

Tormentos

La última noche que pasamos juntos no dejé de abrazarte y por mi cabeza pasaba todo el rato el pensamiento de que sería la última vez. Esta mañana tomé un café y me volví a sentar frente al teclado. ¿Podré alguna vez escribir un libro? Tengo ganas de gritar y tengo miedo a equivocarme, a perderme, a no volver. 

La calle donde vivo está llena de una alfombra naranja de hojas secas. Es un misterio lo bonita que es. Jugamos a ser marido y mujer pero ahora vivo con una desconocida con quien no quiero vivir. Me repito que todo es temporal. Inlcuso nosotros. 

Camino viendo a Venecia a lo lejos. Tengo miedo al futuro. Estoy lejos de todas las personas que me importan y solo me tengo a mí. Ahora sé que nunca caminaremos por estas calles como los extraños más enamorados del mundo, que nunca te tomaré de la mano en el avión ni te mostraré mi forma de viajar -aunque mi forma de comerme el mundo ya la conoces-. 

Me estoy permitiendo ser y sentir. He llorado tanto y he reído tanto, he hecho la compra y me he perdido en un pasillo lleno de promociones sin ningún orden coherente al que aferrarme, me he perdido caminando por una nueva ciudad y es el mejor sentimiento del mundo. 

Tal vez en diez años nada de esto exista y esté bajo el agua y sea el recuerdo de una ciudad que existió y se hundió. Supongo que eso me hace afortunada. Una privilegiada, me digo a mí misma. 

Contruir una vida desde las ruinas de un corazón vacío. Eso es lo que estoy haciendo ahora. Ojalá la soledad me ayude a ser más fuerte. Vivo rodeada de mar, vivo en la isla con los atardeceres más bonitos del universo. Veo el Sol ponerse cada tarde en una laguna de agua salada y teñir el cielo de naranjas y violetas. Las lágrimas son del color del mar y me refugio en canciones que me recuerdan al hogar que perdí. Es como si un torrente de tristeza se hubiera instalado en mis ojos y amenaza con quedarse a vivir; se me atragantan las palabras de tanta ausencia en los ojos. 

Creo que me quedé yo sola con los sueños que pensé que habías compartido conmigo y ahora me doy cuenta que no fue así. La vida frente al abismo. Echo todo de menos. Echo de menos a todo el mundo y me atormenta la incertidumbre de no saber si nunca más volveré a ver a alguien. Porque tuvimos la dicha y la miseria de nacer en un país que nos obliga a dejarlo y cada quien toma un destino diferente. Me atormenta el mar que no puedo sentir en la piel por el frío, la vida cuando corríamos en contra del tiempo y cada día era una día que habíamos ganado para estar juntos. 

7 de diciembre de 2020

Todo va a estar bien

Muchas veces pensé, al escuchar estas líricas, que no quería. Muchas veces pensé que estaba siendo estúpida, ¿por qué no querría? 


No quiero, no quiero, no quiero. No quiero despertar en cinco años y verme encerrado en ti. 


Creo que, siendo honestos, es el miedo que nos hace cuestionarnos constantemente. La verdad es que fuiste tú el que no quiso. Quien abrió los signos de interrogación y puso el punto y final. Pensamientos van y vienen, situaciones van y vienen, personas van y vienen. ¿Cómo no lo voy a saber? Si las estoy viviendo todas al mismo tiempo. 


Hoy tuve que detenerme en medio de la nada porque no podía seguir pedaleando mi bicicleta; me faltaba el aire. Me permití a mí misma darme un descanso, parar y sentarme. Tenemos que ser más gentiles con nosotros mismos. Una amiga me vio, se detuvo y se sentó en el suelo a mi lado. Me cuestioné. Luego ella me recordó que todos tenían dos meses pedaleando por estas calles y, en cambio yo, justo estaba comenzando a hacerlo. 


Somos un montón de desconocidos que dejamos nuestras vidas apartadas para venir a una isla a cumplir una meta compartida. Eso nos tiene que hacer algo más que desconocidos, ¿no?


La noche que le pusiste el punto y final a nuestra historia pensé que esto solo me pasaba a mí. Necesitaba un abrazo, pero me dieron unas palmaditas en la espalda acompañadas de un "todo irá bien". La verdad es que sí, todo va bien. Unas semanas después esa misma persona atravesó la misma situación. Le di un abrazo, le invité un trago y me marché. 


Todas las cosas en la vida tienen un final. Las relaciones no son la excepción. No existe un manual, algunas lo hacen antes de empezar, otras después de un reencuentro, otras ante una inminente separación. Esto es la vida. Momentos amargos que nos recuerdan que la felicidad existe, para que no olvidemos valorarla cuando la tenemos. Para que no te pase por delante y te salude, sin que vayas a por ella. 


Ríe, disfruta, y enamórate todas las veces que puedas.


Que al final, todo estará bien.

5 de diciembre de 2020

De amores, sueños y maletas

Hace algunas noches que al cerrar los ojos se me presenta la sombra de tu recuerdo. No te veo, no estás, no eres. Pero eres tú, en una energía sin rostro ni forma que se siente como tu presencia. Me he dado cuenta que ese muchacho al que conocí, que se quería comer el mundo y la sobraba energía, no fue el mismo que dejé al partir. Una oscuridad se fue posando lentamente en ti. 


Fuimos como la arena en la playa. Luchamos durante meses para acumular nuestra propia montaña de arena, pero se nos escapó entre los dedos. Ya no me reclamo a mi misma por haberme ido; nadie puede sostener la arena eternamente entre sus manos. De aquello que fuimos, ya nunca más seremos. 



Anoche estaba soñando en reencotrarme con alguien. Hacía frío y el viento sonaba como olas que reventaban contra mi ventana. Me dijo, casi como un reclamo, que yo nunca me quedaba quieta en un solo lugar. Le respondí, con la certeza de quien ya ha perdido más de un amor por ese desenfreno constante, que yo nací para ser del mundo, para explorarlo, conocer culturas, aprender idiomas, probar nuevos sabores y no parar. Me sonrió. Me dijo "tú siempre has sido así, si quiero estar contigo, tengo que aprender a moverme entre mares y paísajes". Fue un sueño bonito y dormí feliz. 


Ojalá algún día ser

esa persona por la que cruzarías océanos

solo por quedarte a su lado.


Algún día llegará esa persona que no le tenga miedo a meter su vida en una maleta y empezar, todas las veces que sea necesario, en un nuevo lugar. Mientras sea juntos. 

4 de noviembre de 2020

"Vos ama, que se joda quien le tenga miedo al amor"

"Vos ama, que se joda quien le tenga miedo el amor". Así terminaba hoy una publicación que me he tropezado en Instagram, en una de estas cuentas que te recuerdan un mensaje por cada día del calendario. Hoy también he sentido que era el primer día de mi nueva vida. Luego de varias tormentas y un par de tragedias, por fin he descansado por la noche y he sentido el sol calentar mi piel entre tanta neblina. 


Hace un mes me bajaba de un avión en Barajas... quisiera pensar que fue el primer torbellino de emociones del preludio de esta historia, pero la verdad es que todo se había comenzado a sacudir mucho antes. Sigo diciendo que la vida me ha estado metiendo una goleada, pero al despertar esta mañana he sabido que el partido había acabado y ahora es mi turno para la revancha. 


Hace una semana el suelo sacudió mi mundo como pocas veces había hecho. Lloré en los brazos de una desconocida como nunca había llorado. Desde entonces he estado pensando en escribir esta carta. Horas antes había escuchado "Solo" de Los Mesoneros y se había sentido como si nunca antes la hubiese escuchado. 


A lo mejor, te quedarás sin la razón de estar con alguien. 

Y a lo mejor, me dejarás con la razón de no estar contigo. 

A veces no quiero saber dónde, cuándo ni con quién estás. 

Entiende que yo estaré bien, a mí solo no me va tan mal. 


Horas después, esa melodía fue el preludio del adiós. Los Mesoneros siguen sonando en mi reproductor en modo ininterrumpido desde que abordé ese avión en Maiquetía. Sus letras me han acompañado en esta aventura que es emigrar. He escrito con su compañía de fondo. He caminado con su compañía de fondo. 


Quise saber la razón de por qué te marchaste así.

Te fuiste sin notificación. 

Vi las advertencias y no tuve precaución. 

Debía saber tu intención. 


Hoy monté bicicleta por primera vez en 12 años. Monté biclicleta mientras sonaba Juntos; nuevamente, con su compañía de fondo. Pensé que no podía, pero pude. Llegué a casa agotada luego de recorrer 10 kilómetros con la brisa salada en mi cara. Sí puedo. Siempre puedo, no importa lo que venga después. 


Entonces recuerda: Ama con todo tu corazón. Y manda a la mierda a cualquier cobarde que le tenga miedo al amor. 

3 de noviembre de 2020

Las sonrisas

En estos días me he encontrado sola frente al mar. Parece que solo somos él y yo. Es un lugar inmenso para estar sola. Lloro con desgarro porque quien siente, sufre; quien ama, sufre. Pero he hecho las paces con mi dolor, he aceptado que debo sentirlo y vivirlo en la misma plenitud con la que disfruto y vivo los momentos felices. Alguna vez leí que el dolor es momentáneo, que es mi enemigo y mi aliado. He perdido demasiadas cosas en poco tiempo pero aún así río cuando me consigo un gato tumbado en la pared disfrutando del calor del sol, y le saludo. El corazón es muy grande y se encoge cuando sufre, pero sigue siendo grande y sigue amando. 




Cuando camino sola de regreso a casa me gusta hablar por teléfono. La compañía es agradabe si la conversación lo es. El invierno está llegando y cada día anochece más temprano, pronto estará oscuro cuando regrese a casa y ya no podré disfrutar los atardeceres. Es lo único que me mantiene viva en este momento, esos pequeños momentos que me recuerdan que mañana siempre será otro día y que puedo vivir un día  a la vez. Sin presionarme por el mañana, sin cuestionarme a mí misma cada segundo. 


Algo bueno tenía que venir. 

Esta semana he escrito mucho. He escrito más en cinco días que en el último año. Eso me enorgullece. 

Es un rencuentro con una parte de mí que aprecio mucho y se había ido a dar una vuelta, pero que ahora ha vuelto. 


Venecia está vacía. Es impresionante ver la Plaza San Marcos sin una multitud. Esa es una pequeña victoria: al menos un gol le tenía que meter a la vida. Pero también me genera mucha angustia. Es una señal de alarma ante la incertidumbre del porvenir. Un confinamiento es difícil, pero se necesitan herramientas que no tengo para vivirlo con tanto dolor por dentro. 


Nunca sabré cómo se ven tus ojos frente al mar. Cómo se mueve tu cabello rebelde bajo la brisa marina. No me canso de caminar frente al mar pero me pregunto constantemente si los gatos se cansan de ver el mar. Cada mañana espero un rescate que me aleje del silencio y la soledad y los pensamientos cortantes. A veces llega en forma de mensaje instántaneo con una invitación a cualquier lado. "Sí" es mi nueva palabra favorita.


Los periodos sin abrazos son tan largos que a veces olvido cómo se siente que otra persona roce mi piel. Las personas son más frías y el virus los mantiene al margen. La distancia, las mascarillas. Hoy me he sorprendido al descubrir la hermosa sonrisa de una compañera. Nunca había visto su sonrisa, pero no porque no sonría, si no porque la mascarilla la mantiene oculta. Qué importantes son las sonrisas. 

1 de noviembre de 2020

Carta abierta a mí misma













A veces duele, a veces todo huele a nostalgia y la vida es una página que nos resistimos a pasar. Hay momentos que son como ese libro que no quieres terminar de leer para que no acabe, para que no pase. He vuelto a gritarle a la nostalgia para que deje de doler, pero la muy puta se ha quedado.

Los días me saben a soledad. La otra mañana me he levantado de la cama luego de pasar la noche llorando y mi compañera de piso no me hablaba porque mis sollozos no la dejaron dormir. ¿Por qué tengo que disculparme por llorar? No estoy llorando por gusto. 

Alguien me dijo una vez que cuando se siente un dolor muy grande se puede abrir un pequeño agujero en el corazón. Casi imperceptible. Los médicos no le consiguen explicación. ¿Así de poderoso es el desamor?

Extraño mi cama, que es mía. Extraño mi baño, donde puedo llorar tranquila bajo la regadera. Extraño tomarme mi café en la tasa de Picasso en el sofá de mi casa mientras la luz ilumina el salón. La felicidad no es llegar a esta habitación silente para acostarme en una cama del tamaño de una caja de fósforos y sábanas frías. 

No sé por qué escribo todo esto. No sé por qué lo publico después. Supongo que tengo ganas de hablar con alguien, de contárselo a alguien y no tengo a quien. Nunca sabrías el océano que hay dentro de mí.

Esta ansía de vivir la ciudad del amor no se cura viviéndola, se cura contigo. Este corazón sigue perdido sin saber a donde ir. He perdido personas y he ganado batallas en estos años, la ciudad que me acogió ahora quiere que aprenda a golpes pero yo no quiero aprender así. Qué injusto me resulta todo. 

Lo que más miedo me da de quedarme sola en el mundo es no tener a donde ir ni quién te espere. Ser esa desconocida que no tiene quien la abrace al llegar a casa ni un refugio íntimo para llorar. Quien no tiene a alguien que le mire deseando quedarse a su lado para siempre. 

No sé si teniendo la certeza de conocer el futuro como lo conozco ahora que es presente hubiese tomado la misma decisión. Últimamente todos me preguntan si me arrepiento de estar aquí, y la verdad es que ya no conozco la respuesta. ¿Por qué me subí en ese avión? Sé que Caracas no es una ciudad a la que puedes regresar meses después y conseguir todo en el mismo lugar en el que lo dejaste, pero valía la pena intentarlo. 


Supongo que al final siempre vale la pena intentarlo.

31 de octubre de 2020

Carajo

Guarda tu nombre en mis labios, mi pelo en tu espalda, tu cara en mi almohada; mi risa quebrada, tus ojos cerrados, mis gritos callados, estas ganas que cortan, las gotas que de mis pestañas brotan; quédate el café de la mañana, el viento de abril, la lluvia en mi pelo, la mota en el cenicero, los mil “te quiero”. 


Olvida mis ruinas, mi casa en ruinas, mi cara en ruinas, mi existencia en ruinas, mis grietas, mis dudas, mis rabietas, mis maletas, tu partida; quédate tu miedo, tu duelo, tu vicio, el desquicio de este amor perdido y promiscuo que se regala de a ratos y me escupe en la cara… llorando como si hubiera sido yo la que le hizo daño. 


Acábate de una, no existas a medias, vete, muérete, cállate, ahógate, córtate las piernas, no regreses nunca, no vuelvas, no sonrías cuando no te vea, no aprendas nuevos nombres, no te vayas, no me veas, no llores, no duermas en otra cama, no encuentres la calma, quédate.  

30 de octubre de 2020

La soledad es una ciudad vacía

No me queda mucho en esta realidad impuesta, por no decir que no me queda nada. Después de mucho llorar me obligué a mí misma a recordar que el dolor siempre me ha servido para crear. Y aquí estoy sentada nuevamente frente al teclado transformando mis lágrimas en palabras -de amor-.

Veo el agua salada a diario al salir de mi casa. Estoy en una isla rodeada de agua y no importa hacia dónde camine siempre termino oliendo el mar. Estoy aíslada en una soledad quasi absoluta que me obliga a recorrer los rincones de esta ciudad sin más compañía que mis pasos y mi cámara. 

La calma es absoluta, tropezarse con alguien parece un milagro y, sin embargo, cuando me hablan no entiendo ni media palabra. Respiro. A veces. Solamente cuando dejo de pensar en el futuro y en el pasado, en las decisiones que he tomado y las decisiones que otros han tomado por mí. A veces me cuestiono y me trato con mucha rabia, otras veces me trato con la misma comprensión con la que escucharía a una amiga. Tengo la vida por delante pero me están metiendo una goleada en la portería. 

Últimamente el mar me huele la nostalgia de todo lo que he dejado atrás. La ciudad del amor se siente vacía, triste y sola. Hace mucho frío para caminar por la playa. He vuelto a leer como un refugio contra los recuerdos; al fin y al cabo, las palabras son lo único que siempre me mantuvo cuerda.

Será el invierno más frío de todos los tiempos, pero sobreviviremos. Sobreviviré. Me repito a mi misma que soy valiente, aunque no sepa con qué se come eso. Me repito que puedo salir adelante, porque lo he hecho, he sido testigo.

Estoy empeñada en conquistar cada atardecer, en disfrutar las estrellas y el frío de la misma forma como una vez disfruté el mar. Las hojas seguirán cayendo y, eventualmente, llegará la primavera en una nueva ciudad. Ojalá.

 

Lo que no nos habían dicho de cuando te vas de casa es que la soledad no hace más que aumentar. 




27 de octubre de 2020

Lo único que no

Quiero todas las comas y los puntos, quiero la lluvia y el desastre, mientras sea juntos. Despertar una mañana y que sigas aquí, besarte si me da la gana, romper la cama, comerte la cara, guardarme tu risa, arrancarte las ganas, morirnos a prisa, secarte los daños, quedarme tus años, una planta en la ventana, bailar lento sin decirnos nada, volvernos tormenta, recuperar la calma, regar la planta en la ventana, ver que ha dado flores, sentir el sol en el pelo, que me abraces y digas “te quiero”, construir un fuerte debajo de la mesa, usar la ropa de cobijas, que todos los días me elijas, ser tu risa, guardarme tu risa, comerme tu risa, ver la planta en la ventana, llorar porque está muerta, romper la ventana, cortarnos la risa, ver que ya no hay ganas, secarnos los daños, bailar lento sin decirnos nada, olvidar la calma… volver a empezar.


Quiero todas las comas y los puntos, menos ese terrible que marca el final. 

26 de octubre de 2020

El no-Nueve

Caminar contigo por la calle, unos pasos delante, solo para subirme la falda cuando no venga nadie y veas que me he dejado las bragas en casa. Podría decirte un viernes cualquiera en el balcón que te voy a querer el resto de mis días y luego saltar desde el piso 09.

Contigo he aprendido a vivir la vida con intensidad. A subirle la saturación a mis días. Es gracioso,  contrario a las apuestas de Sesma, realmente no nos vamos a morir a 200 km/h en la autopista porque nunca pasas de 80, pero igual se siente la adrenalina.

Hace un año me cuidabas de mis fantasmas mientras mandaba mi vida por la poceta una medianoche cualquiera. Yo solo espero que los sentimientos que nacieron esa noche sigan tan vigentes como cuando una madrugada borracho malcedías diciendo "Fucking Lucrecia" en tu sofá.

Los días pasan lentos pero con la certeza que las semanas siguen avanzando en el calendario. La distancia es mayor pero el tiempo solo nos acerca. No puede hacer otra cosa. Así es el amor: Una apuesta continua. Creemos que la cerilla no tocará el suelo cuando paremos a llenar el tanque en medio del viaje; creemos que, a pesar del calor, no volaremos por los aires. 

Y no lo haremos.
Te amo. 

12 de octubre de 2020

Ventanas llenas de lágrimas

No puedo respirar; mi cuerpo está flotando pero en mi cabeza estás. Joder, no puedo respirar. A veces me siento una máquina de autodestrucción, para que así, si me vieras feliz no podrías notar la diferencia. Tal vez seas tú quien está celebrando mi funeral cuando todavía no estoy muerta. 


"Si nadie me busca, no estoy perdida"; me digo a mí misma de consuelo. Estoy en medio del oceano gritando auxilio sin que nadie me escuche. Solo las olas, cabronas, que se ríen mientras me ahogan. 


No hables de mí en pasado. 

Joder, para eso mejor no hables de mí. 


Habla de mí en futuro. En presente. 

En somos, en estamos. 

En reecuentros. 

En besos. 


El soundtrack son las canciones de amor que te escribí en la distancia, cuando no sabía el poder que tiene el tiempo. A veces quisiera una promesa a la que aferrarme, un ojalá al que abrazar cuando las ventanas se me llenan de lágrimas, cuando no puedo ni respirar sin gritar. 


Olvídate de mi nombre. Tú no tienes derecho a llamarme por él. Para ti yo soy otra cosa; muchas cosas, pero no soy Lucrecia.


Te espero del otro lado del río, sin saber si hago bien pero sin poder hacer otra cosa. No puedo aparcar el mundo mientras te espero, pero lo intento.

Lo prometo.

2 de septiembre de 2020

Eres el amor de todas mis vidas

Llegaste a mi vida sin que te lo pidiera, sin esperarte, sin que te notara. Llegaste quedito, tranquilo y te metiste en mis ojos, en mis manos, en mis ganas, en mi cama, en mis noches, en mis pensamientos, en mis sonrisas, en mis sonrisas, en todas mis sonrisas.  
Te volviste mi mejor amigo, y estuviste ahí hasta que te volviste indispensable. Te volviste mi novio y quiero que seas mi esposo, el padre de mis hijos, el abuelo de mis nietos, el bisabuelo de los niños que nunca conoceremos. Quiero que seas él. 

Te amo, y te amo aún más porque me amas con cada defecto que tengo, y mira que tengo muchos. Porque respetas mi libertad y mi independencia y sin embargo me proteges. Te amo más de lo que jamás pensé amar a nadie incluso a mí misma y te amo para siempre. 

Yo no creo en la vida después de la vida, pero si existe, también quiero vivirla contigo. Te amo.

25 de agosto de 2020

No me voy si no vuelvo.

¿Qué hacemos con la vida cuando no cabe en una maleta? ¿Qué hacemos con los recuerdos cuando se nos escapan entre los dedos? No puedo respirar, mi mente es un torbellino constante que no puede parar. 

Todo lo que uno debe dejar. Libros, tazas, artes, sábanas, nostalgias. Frente al espejo, me repito a mi misma que la distancia física no es distancia social, pero resulta imposible de creer. ¿Qué otra prueba necesito? Mírennos a todos, después de 5 meses de cuarentena.

¿Cuánto tiempo es el tiempo? ¿Cada día, honestamente, tiene 24 horas? ¿Cuánto son 1.440 minutos? ¿Y un instante? 

¿Qué son los instantes?
Los instantes no vuelven.





No estás perdida si nadie te busca, no estás perdida si nadie te busca, no estás perdida. 

Estoy a la deriva en medio del océano, gritando auxilio sin que nadie me escuche. Cada ola me sacude con más pasión que la anterior. Pierdo la conciencia, pero no me ahogo. El futuro es una promesa que nadie sabe si puede mantener.  


"Solo espero que al volver, estén en su lugar las cosas que dejé", suena en mi reproductor.

No estás perdida si nadie te busca,
no estás perdida si nadie te busca.
No estás perdida.

30 de julio de 2020

De despedidas

Eres lo más bonito que he tenido y ni siquiera te conozco bien. Eres todo lo que quiero y jamás te voy a tener. Odio al tiempo por llegar temprano, tan sin avisar, antes de lo esperado.

Odio tener que dejarte ir sabiendo que nunca vas a regresar, odio no encontrar en mí la fuerza para hacer que te quedes, para abrazarnos y enamorarnos, para crecer de la mano. Entiéndeme, no es que no te quiera, es que no puedo darme el lujo de descubrir si al final de esta historia resulta que solo nos hacemos daño.

11 de mayo de 2020

Creaciones

Y me guiñas a lo lejos cuando sabes que te miro, y me pregunto si estos instantes, mientras tocas guitarra en medio de una conversación absurdamente profunda sobre las mujeres, la vida y el amor a media noche permanecerán en mi memoria el día que seamos cenizas. 

Si hace siete meses me hubiesen dicho que estaría aquí sentada hoy con un trago de ron en la mano, hubiese pensado que todo era una locura o un mal sueño. Pero, en cambio hoy, no quisiera estar en ningún otro lugar que compartiendo un sofá individual mientras vemos a Jhonny Deep en su versión más sensual y romántica. 

¿Hasta cuándo tiene sentido escapar? ¿Pueden estar tres personas, a un metro de distancia, cada una creando una pieza diferente? ¿Acaso una pandemia tiene sentido? ¿Quiénes somos?

25 de marzo de 2020

Cuarentena

Sin cobijas me levanto de esta cama vacía, el sol lo ilumina todo en este cuarto y yo me harto de este vacío extraño. Desayuno un poco. Leo un libro, miro el cielo, en este encierro sobra el tiempo. Termina el día, cinco tragos y de regreso al mismo cuarto vacío.

23 de marzo de 2020

Huir

Recuerdo que una vez, hace muchos años, escribí que "me gustan las jaulas porque me hacen sentir segura". Cuánto ha cambiado todo desde entonces. Antes me encerraba entre mis cuatro paredes para esquivar el miedo, la ansiedad, el exterior. Hoy son esas mismas cuatro paredes las que me mantienen en un encierro impuesto e incomprensible, esas mismas ventanas las que parecen tener barrotes que antes no veía, ese mismo aire que parece intoxicarme. Lo único que sé es que sigo queriendo huir de mi propia vida. 

21 de marzo de 2020

Mi vecina

Siempre me he preguntado por qué mi vecina se quedó para siempre en esa casa desolada. Por qué nunca dejó a un marido que el día que su hermano murió, prefirió quedarse arreglando el jardín que acompañarla; por qué se quedó en casa con un hijo que le grita "mamá, eres un puto fastidio, déjanos en paz". A veces los escucho discutir en las noches, los oigo gritarse desde la cocina hasta la sala, el portón cuando se encierra en el cuarto. Y me la imagino llorando entre cuatro minúsculas paredes. ¿Por qué nos quedamos en lugares donde no nos quieren cuando todos merecemos amor? 

Otras veces me pregunto si ellos saben que los escucho cuando gritan. Cuando me la tropiezo en el ascensor, y por descuido le sonrío, trato de adivinar en sus ojos si es feliz en esa casa que seguramente llama hogar. A veces no hace falta estar solos para sentir la soledad. Otras veces, las paredes y ventanas de una casa se sienten como rejas de las que no puedes salir. 


¿Cuántas maneras tiene el maltrato 
de hacerse presente en la vida de una persona? 


Debo pensar que si yo los escucho cuando gritan, ellos también me pueden escuchar cuando peleo por teléfono, cuando grito, cuando lloro desolada en el sofá. Los dolores momentáneos no suprimen la felicidad, ¿es por eso que se queda? 

Creo que nunca tendré la valentía para entrometerme en su vida y preguntarle si, al menos una vez al día, se siente feliz. ¿Aunque sea a veces? Porque yo lo que conozco, como dice Benedetti, es su casa vista desde afuera. Pero quizás, después de los gritos, se disculpan y se vuelven a querer. Y son felices, todos juntos. Y son una familia. Tal vez por eso se queda. 

O, tal vez, ni siquiera se da cuenta. 
De lo que le falta,
de los amores a medias, 
de las no-ganas, 
de los mensajes,
de la falta de mensajes, 
del dolor inmensurable. 

19 de marzo de 2020

Tú no sabes lo que es tener el corazón roto, me dijeron.

Perfectamente sé lo que se siente tener el corazón roto. Principalmente es de lo que más jode mi vida. No solo una vez me han echado al cajón del olvido. Yo sé bien lo que es eso, que te dejen de querer de un día para otro y se marchen sin siquiera darte una explicación. Conozco de sobra qué es llorar durante largas noches y madrugadas. A mí también me prometieron el típico, sobrevalorado y ya nada creíble "por siempre". Sé lo que es perder todo lo que te quedaba de dignidad enviando un mensaje donde jamás se recibió una respuesta, o esas dos llamadas a su celular que jamás fueron contestadas.

Yo también quise insistir en reconstruir algo que ya no tenía lugar; quise esperar a ese alguien que nunca iba a regresar, quise seguir pensando en una persona, a sabiendas que sus pensamientos ya eran para alguien más; también conocí esa sensación de ahogo al enterarme de mentiras que en el fondo ya sabía y me negaba a aceptar. Sé también lo que es sentir ese enorme vacío en el corazón; yo también he releído cartas por mero masoquismo, sintiendo como con cada oración la tristeza y el dolor invadían mi cuerpo, como las lágrimas manchaban mis mejillas.

Él empezó a ser feliz cuando me desaparecí de su inmejorable y dichosa vida; por ello cuando alguien me pregunta al respecto prefiero no decir nada, porque es una pena que se enteren que yo soy la persona más fácil de olvidar de este retorcido mundo. 

2 de marzo de 2020

Y si te quiero. Y sí te quiero.

Lo lograste, me volviste a enamorar. Así tan fácil como sonríes al verme, así tan simple como dormir a tu lado. Ni cuenta me di, no sé si fue mientras bailabas o cuando me abrazaste como si fuera tu mayor tesoro. No sé si fue ayer o si fue hoy; pero lo lograste. Lo volviste a lograr. 

No dejes de lograrlo nunca. Sé mi casa, sé mis pasos, sé mi amigo y mi enemigo, sé mi fuerza, sé mis ganas, sé mi pareja, mi amigo de cama, mi cobija, mi pizza de champiñones, mi serie favorita y la música que odio. Sé mi todo.


Lo logré, me volví a enamorar de ti; así tan fácil como verte sonreír.

29 de febrero de 2020

Siéntate conmigo un rato

Aún no inventan la palabra que describa lo que es sentir tu mano contra la mía, el calor, el roce, el temblor en mi garganta. Pasar saliva sin poder hablar. 

Eres el primer sabor de un buen tinto, el recuerdo de un cálido día nublado, la lluvia que me arrulla al dormir, el vapor del té de manzanilla. La infancia de tus ojos me hipnotiza, la fuerza de los míos me delata, quiero volverme el eco de tu risa, las horas que nos faltan. 

Mi rincón favorito es la comisura de tus labios, tu voz cuando hablas cosas que no entiendo, todo lo que te ha hecho daño. Vamos a juntar nuestros cristales rotos para que brillen con la luz del día en el que no necesitemos más que ser nosotros.

23 de febrero de 2020

Las frases que no escribo

A veces, cuando estoy contigo, mi cabeza encuentra la frase perfecta para comenzar nuestra historia. Sin embargo, tan pronto dejo de verte, se esfuma antes que pueda rasgar la hoja con el grafito. ¿Acaso no es digna de ser escrita? Me duelen como las heridas que no le hago al papel.

Hace un par de diciembres me dije a mí misma que quería volver a creer que el amor todo lo puede. Ese mismo día me pregunté si el amor realmente existía. Esta tarde, cuando dormías en mis brazos, me di cuenta que sí, existe. Instantes como esos, son amor. Sigo sin saber si ese cabrón realmente lo puede todo, pero, al menos ahora tengo evidencia de su existencia.

Derrumbé la muralla, tumbé las paredes, cerré el ojo de la nuca. Cada mañana me repito a mi misma que ya no necesito que vigile, que todo estará bien. Ya es demasiado tarde para que el miedo toque a mi puerta o se cuele por la ventana de la casa. Que de todos modos, le paso candado y boto la llave, solo para asegurarme. La ciudad y la noche parecen infinitas cuando me tomas de la mano y me susurras al oído que me quieres.

Hace tiempo que siento las miradas clavadas en mi espalda, culpándome, juzgándome. Pero contigo, no. A tu lado parece que es primavera en el infierno, aunque de todos modos, no deja de ser infierno por eso. Tengo preguntas sin respuestas guardadas en la gaveta de la mesita de noche: ¿El tiempo existe? ¿Es relativo? ¿Podemos atraparlo? ¿Es posible que puedas leer mi mente? ¿Me quieres?

He dejado de mirar el horizonte esperando encontrar las respuestas y fue entonces cuando entendí que comprometerse debe ser algo así como enviarte mis bragas favoritas, usadas, en un sobre certificado para que el cartero te ruegue que firmes. A veces me siento como una casita de madera en lo alto de un árbol de una pequeña isla del Caribe, esperando un huracán. Pero, la verdad, es que prefiero enseñarte las cartas antes de empezar la partida, porque nosotros hemos ganado aquello por lo que otros matan y mueren.

Guardo la pistola descargada porque esta vez no voy a jugar a la ruleta rusa.

21 de febrero de 2020

Las metáforas del tiempo




En mi cabeza, me gusta llamar a Sesma, mi poeta. Su poesía me acompaña casi a diario; sin embargo, hoy no consigo recordar si se trata de “lo que hace la primavera con los cerezos”, o viceversa.

Fue en este viaje, en el altiplano boliviano, cuando comprendí eso que había escuchado alguna vez, posiblemente de un profesor. Creo que fue en mi paso por la Escuela de Letras, pero no lo sé. Algo así como que la distancia nos hace ver azules a las montañas. Sin duda incluía las palabras distancia, azules y montaña. Qué razón tenía. A medida que avanzábamos en el coche, los azules se pronunciaban cada vez más. De tenues a classic blue.

No tengo dudas que, del otro lado de la laguna, cualquiera que fuese de la decena que vimos (imposible decir “conocimos”) en menos de una semana, había una tormenta. Sin embargo, el silencio. La calma. La pausa. Los flamencos rosados suspendidos sobre la plenitud, dichosos. La vida en medio del vacío.

Los rosados, la arena, las líneas que se desdibujan. Los blancos que parecen amarillos y marrones. El indudable frío. ¿Esta realidad existe para todos? ¿Acaso existe para alguien más? ¿La viví o se ha transformado en la edición de un recuerdo?

“Quiero hacer contigo lo que hacen los cerezos con la primavera”. Me acordé. Pero, si este instante me recuerda a algo, es al invierno. Un invierno duro y arduo. No es nieve derretida ni se siente la lluvia (mentiría). La temperatura tampoco está por debajo del cero (ni cerca). No hay árboles, ni mucho menos cerezos.


Mi madre espera un par de pasos a mi espalda.
No estoy ahora allí, pero lo recuerdo.


Ese día creí que mi laguna favorita había sido aquella en las faldas del volcán Pabellón. Un año después, es la serie de esta otra la que me sigue atrayendo, cuál relámpago. ¿Es así el amor? A veces lo he tenido al frente sin saberlo, lo he dejado pasar sin reconocerlo.




Cuando fui novia de Pabellón, conocí a JP. O sea, a mi Laguna. Creo que fueron los colores del atardecer de Pabellón los que me cegaron para no ver sus estrellas, porque esa noche, no brillaron. Pero los momentos con JP se parecían tanto a estos… los colores, las texturas, los gritos de la lluvia, pero a su vez, la calma y la plenitud. No fue, sino hasta después que la diáspora se lo llevó, que pude reconocer que esos instantes eran (¿son?) amor.


En este viaje pensé mucho en él.
En lo cerca que estaba en ese momento de Argentina,
y nosotros
(¿nosotros? Qué pronombre tan complicado).


La paz de los blancos rememora a la nieve cuando se derrite. Pero no es. Los flamencos apacibles en un azul que no es otro, sino el cielo. La lejanía de los azules de la distancia y las montañas (¿o volcanes?). La tormenta que no se siente, pero existe. Que no vi, pero estaba. Las metáforas.


Si es por culpar a alguien de las metáforas,
por favor,
díganle a mi terapeuta que ya removió suficiente


En una de las muchas reuniones de los martes con Lucas García le conté que «el amor de mi vida» me había regalado su novela. (¿Acaso eso eres para mí? O, ¿eso fuiste?). Me puse roja cuando añadí que me escribiste la dedicatoria más bonita que jamás se ha escrito en un libro. No podría decir quién de los dos se sintió más incómodo después de mis cinco segundos de estúpida valentía. Tal vez Claudia, que entró justo después.

La más fiera de las bestias: «Tercera parte: Revelación». Página 145. Una fotografía hecha el 28 de diciembre de 2018 –un año después–, removió sentimientos de 2017. Antes escribía, todos los días. Escribía para mí. Ahora escribo, regularmente, para alguien más. A veces ni firmo mis propios textos. La mayoría de las veces ni firmo mis propios textos. Hoy vuelvo a escribir, después de seis meses, para mí. Para una fotografía. Para una clase. Para un profesor que vino desde otro país que me conmueve con su generosidad.

«Supongo que a esto saben los amores imposibles, a nostalgia de cosas que no ocurrieron». JP tenía razón. Ahora te digo, mi amor, que lo único seguro de esta vida es que la primavera le gana al invierno, y que siempre –recuerda esto–, llegará el verano.

6 de febrero de 2020

Descompuesta

Camino mientras broto en engaños, como plantitas que me salen por las manos. Hago daño; me doy miedo, por eso tapo los espejos, para no verme a los ojos y caer en mi propia trampa, para no venderme una realidad que atrapa y luego me mata, con sus pequeñas lucecitas de esperanza. Soy mi propia peor enemiga, nunca nadie me había odiado tanto en la vida. Me consumo, y me desgasto, me tiro al piso, y como si fuera buena, me levanto; me digo cosas bonitas, me hago sentir bien, me regalo cristales y luego me los clavo en la frente, me río al verme: “caíste otra vez, tan tierna, tan frágil, con tus ojos grandes”; y me hago llorar, y me doy tristeza, y corro a abrazarme, y me hago bolita, y lloro en mis brazos, me siento chiquita, me vuelvo sollozo, y floto en los ríos que corren por mis ojos. “¿Por qué estás tan rota?, ¿por qué no te arreglas?, tal vez es solo que estás descompuesta”, y me beso en la frente, y me canto canciones que hablan de mi infancia, de tiempos mejores, y me vuelvo agua, y me filtro en la tierra, y se calla el llanto, y se apaga todo, y solo queda el canto…

Fotografía: Bruno Bacigalupo