29 de agosto de 2016

Insomnio número tres

Llevo tres noches sin dormir, cuando cierro los ojos imágenes de mi vida pasan de un lado a otro y nunca sé hacia dónde mirar; me mareo, me caigo. Después empiezo a girar en la cama y la cama hace tanto ruido que mi propio ruido perturba mi sueño. 

Hace unos cuantos meses, en una semana de mi vida en la que todo era felicidad y tristeza, compré un paquete de pastillas de componentes naturales que ayudan a conciliar el sueño: los ingredientes son “hop”, “valeriana”, y algo más. A mí “hop” me suena a “hope”: esperanzas para dormir. Pastillas hechas de esperanza.

Desde que esta ciudad me acogió soy una desconocida más entre los ríos de gente en la terminal central, con un libro en la mano y el café hirviendo derramándose por mi mano. Tengo la valentía en los ojos y visito galerías en las que intento ser invisible frente al cuadro. Ser la obra dentro de la obra. Y navego por mundos que creía inexistentes. 




Mi primer día en soledad vi la ciudad desde tan alto que la vida me pareció increíble. A esta ciudad le debo el insomnio y las prisas, le debo la soledad. Ahora café, ahora café derramado, ahora soledad, ahora literatura. Estoy leyendo un libro en el que me dice que todas las preocupaciones vienen de las necesidades que nos imponemos desde dentro, necesidades creadas e irreales. Pero qué va a saber ese libro de todo lo que me haces falta desde que no estás.

Ayer tomé un bus para ir a visitar otra pequeña ciudad, y llovía tanto que abrí las manos para intentar atrapar la lluvia. Entré en una capilla antigua con los techos inmensos y creí volar mientras un coro cantaba cosas sobre adorar a un Dios que no conozco. Yo no estaba allí. Yo estaba entre las voces corriendo hacia el cielo. Escribo insomne. Necesito que esas imágenes dejen de flotar en mis ojos. Necesito cerrar los ojos y dormir, conciliar, conciliar el sueño.



Necesito dormir, como duerme la ciudad cuando nadie la ve.

24 de agosto de 2016

Y se fue.

Llegó de puntitas, se acomodó la falda y se sentó a mi lado. Mientras miraba la ciudad a través de la ventana sonrió y comenzó a contarme de ti, de tus besos a veces suaves y otras violentos, de tus manos y tus risas. Me contó de aquella vez que iban caminando de la mano y arrancaste unas flores para ponérselas en el pelo, me dijo que una parte chiquita lamentó la muerte de esas pobres flores, pero otra saltaba de alegría por tu detalle. Me contó también de la primera pelea que tuvieron y como lloró toda la noche. Me contó de cómo vivieron tanto y se hicieron viejos antes de tiempo, se desgastaron… 

Y así, mirando hacia la ventana rodó una brillante gota por su cara que casi la rompió en dos. 



¡PARA!
le dije, ya no me hables de él, 
¿no ves que te hace mucho daño recordarlo, Soledad?

21 de agosto de 2016

Bang.

Es difícil respirar cuando respirar corta.

Es difícil pensar cuando pensar corta, cuando tu mente está rodeada de cristales rotos que cada vez hacen más pequeño el espacio en el que te suspendes de una ventada mientras miras a lugares en los que desearías estar pero no estás porque ir a ellos implicaría irte y no puedes ni pensar en levantarte porque te duele pensar.  

No te puedes mover porque tus pies se vuelven de concreto y formas parte del suelo que no quieres pisar más. Te encuentras enredado en tus propias hiedras, te lastimas a ti mismo, y no puedes ni llorar porque tus hojas se alimentarían de las gotas de tus ojos y solo te atraparían más. 

Cuando te vuelves un arma contra ti mismo la única forma de huir, es disparar.

17 de agosto de 2016

De futuro

De miradas vacías y sonrisas al borde de la muerte, de la vida cuando son hojas secas volviendo a casa, de madrugadas y la luna recordándonos que somos fuertes lo somos, de la vida cuando nos asomamos desde la planta 32 y nos arrojamos a un vacío que se llama futuro, de tus besos después del desayuno, de pasar doscientas horas juntos al mes y luego la soledad, el amor al borde del precipicio.

Íbamos elegantes y nos subimos a un ascensor con desconocidos y te di la mano, y el mundo se paró por un instante, —la sensación de vértigo siempre es mejor si nos cogemos de la mano. Había luces y de repente era Navidad y hacía tanto frío que los sueños se congelaban; quisimos disparar para ganar, yo nunca supe cómo hacerlo. Yo nunca sabré cómo hacerlo. Tomamos el tren en la estación de siempre, tomamos un periódico y un café, y fuimos los extraños más enamorados del mundo. Jugamos a casarnos, a ser marido y mujer en la vida que siempre deseamos.


De nuevo la soledad, tengo una taza con un gato asustado en la que tomo el café. Tengo miedo del futuro. Tengo la nevera vacía y estoy decidiendo si debo salir de este agujero para ir a comprar. Tengo más miedo de camino al trabajo que cuando subo a la planta 32 y el mundo se antoja infinito. Estoy lejos de ti. Lejos de mí. Hay un viejo carro verde precioso cubierto de hojas, nunca se mueve, siempre está en el mismo lugar. 


Siempre quiero huir cuando lo veo. 

Pero ni él huye, ni nosotros; y solo esperamos que el futuro llegue pronto para que podamos caminar por las calles como los extraños más enamorados del mundo.

14 de agosto de 2016

Tu risa es una ducha en el infierno.

Es domingo, me he despertado y he abierto la bañera. Mientras el agua se calentaba, he abierto la ventana y todo el aire del mundo ha entrado llenándome los pulmones. 

He preparado cuatro fresas en un bol y me he sentado a ver pasar el tiempo. He recordado. Y aunque fue un momento bonito, te necesitaba a mi lado, cortando las fresas, abriendo la nevera, besándome cuando me giro. Estoy harta de que no estés. De este estar extrañándote a todas horas, escribiéndote cartas que nunca leerás. 

Ayer fui a la isla más bonita del mundo y caminé y caminé perdiéndome entre sus árboles. Los animales dormían al sol, la vida pasaba tranquila, pero tú tampoco estabas. Nunca estás. 



Hoy no hago más que pensar en patos y peces, sonriendo bajito. Me da fuerzas, supongo. Y sólo deseo que algún día estés, en esta locura de vida, curándome las heridas por las noches y amándome todas las mañanas. ¿Vendrás? 

¿Te irás?

7 de agosto de 2016

¿Sabes qué significa siempre?

¿Sabes qué significa siempre?

Siempre es un que no acaba nunca.

Sí al lado derecho de la cama.

Sí a tener perro en vez de gato.

Sí a moto en lugar de carro.




Yo te doy mi sí para siempre. A cambio de eso no te pido nada,          

 sólo que estés conmigo.

3 de agosto de 2016

La ciudad desierta como un corazón en ruinas


Ahora que el silencio me rodea y no hay nadie al llegar a casa y las flores del jardín se deshojan llenándolo todo de pétalos, como si los pétalos fueran lágrimas.

Ahora que imagino ser una rama antes de caer, o el último rayo de sol del día, penetrando por las cortinas de un cuarto deshabitado que huele a ruina.

Ahora que me olvido de quien soy, que la habitación huele a romero, que las lágrimas huelen a romero, que mi piel es un desierto.

Ahora que la distancia sabe a rutina y tus manos no juegan a destaparme el alma y esta ciudad es un jodido desierto, llena de personas sin alma y teléfonos móviles que llaman, que corren, que ríen y huelen a alcohol,

y a ruina.

Como yo.

1 de agosto de 2016

Humo.

Eres humo; pero no del que se va. Eres el humo que entra en mis pulmones. Te siento cerca tras cada latido. 

Eres como el humo: llegas, me calmas y te vas.

Tú me devuelves la vida con solo tocarme y sí, me quemas cada vez que lo haces; pero no por eso quiero que pares.

Cada día te espero, calmada y sonriente. 

Eres mi humo. Llenas mi ropa, mi cabello y mis manos con tu olor, y siempre te quedas presente aún después de haberte ido.