18 de febrero de 2021

"Turisteemos juntos", me dijiste.

Nos imagino recorriendo Estados Unidos en un coche alquilado, escuchando un playlist a todo volumen, con tu mano en mi pierna y mis lentes de sol. Imagino mi mano acariciando tu pelo largo con tus manos en el volante, mientras conduces en una carretera interminable. Nos imagino como los extraños más enamorados, sin entender cómo llegamos a esto, pero felices de compartir una carretera sinfín. 


Imagino lo que debe ser hacer realidad todas las historias que nos contamos por las noches, tus manos en mi cuello y mis uñas en tu espalda. Me imagino usando mi vestido nuevo, guardando mis bragas en tu bolsillo justo antes de entrar a un cuchitril al lado de la carretera. Imagino que algún día discutimos porque luego de un par de semanas, me quedé dormida y cambié el itinerario. Nos imagino parando en el camino para hacer fotos de los paisajes, para retratar tu risa y nuestras ganas de comernos la vida.


Nos imagino volviendo a la cama, borrachos de risa, libres de tiempo, de nombres y de frío. Libres de todo, menos de la resaca al día siguiente. Hasta que nos volvamos a ver.

14 de febrero de 2021

La pequeña muerte un catorce de febrero.

Hoy me senté en el bar de siempre a tomarme un Aperol. Nunca es muy temprano para uno. El cielo azul anunciaba una mañana helada, y el sol en la terraza se esforzaba por mantener el cuerpo cálido. En la mesa de al frente estaba sentada una muchacha, un poco más joven que yo, con la mirada más triste del mundo. No se esforzó por llamar a la camarera y, finalmente, cuando esta se acercó, pidió un café. 


Me recordó a mí misma, meses antes, sentada en una mesa no lejana a ese mismo bar. Triste, llorando. Sin poder disfrutar mi pedido. Cuando, finalmente, pedí la cuenta, el camarero me preguntó por qué lloraba. "L'amore", le dije, sin ánimos de explicarme en un idioma que apenas comenzaba a escuchar. El corazón roto se ve igual, así no hables el mismo idioma. 


Un rato después llegó un señor mayor. Se sentó a su lado. Me conmovió el corazón el cariño con el que intentaba animarla. Fue entonces cuando la vi retirar la mirada del paseo peatonal que nos distanciaba. Momentos después entendí que la carga de un corazón roto es peor un 14 de febrero, mientras parejas pasan abrazadas en su monopatín. Posiblemente era su padre, sentado a su lado, solo para hacerle compañía. 


Ella había perdido el habla, y la sonrisa. Recordé a mi mamá diciendo que no importa lo mucho que me quiera proteger, no puede hacer nada cuando me rompen el corazón. Creo que su padre sentía lo mismo. Parece que la vida, y las ganas de vivirla, se nos escapan entre los dedos; pero, la verdad, ese dolor y esa tristeza no duran para siempre. 


Mi poeta dice que quien no haya muerto siete veces en vida, es porque no ha vivido nada. Tiene razón, ¿no? El desamor es la pequeña muerte en vida. Pero, cuando estamos enamorados, la amenaza de la muerte parece leve. Y, cuando morimos, es la ilusión de volver a amar lo que nos mantiene con vida hasta que, eventualmente, nos revive. 


Quisiera haberle dicho todo esto a la muchacha. Es muy difícil lanzar un salvavidas a un desconocido, cuando no saben cómo comunicarse. Cuando no se habla el mismo idioma. 

8 de febrero de 2021

Primer aviso

Hace años publiqué un poema que te gustó. Lo borré luego que desapareciste, se sentía como si esas líneas fuesen para ti incluso desde antes de conocerte. Ahora vuelves a mi vida y yo solo quiero escribirte. 

 
Sigo buscando ese poema que borré. Lo busco para ser yo quien te haga estar mojado, y no la lluvia. Para calarte hasta los huesos, como el frío de la nieve. 

Quisiera decirte que me quedé esperando que volvieras, pero no lo hice. Quisiera que me dijeras que saliste a mi encuentro, pero no lo hiciste. Quizás a golpe de cadera podamos olvidar todos los kilómetros que nos separan. 

Tal vez un día me prometas que te tatuaras un secreto de tu piel para la mía. Que viajaremos juntos y me dejarás ser tu musa mientras te escribo poesías. 

Siempre lo hemos sabido, juntos la vida podría salirse de control. Somos el fuego y el alcohol. Besarte nuevamente en la sala de mi piso hasta que lo nuestro se nos vaya de las manos. 
 
Enviarte por correspondencia mi ropa interior, en un sobre, a casa de tus padres. Que tal vez, todos los miedos que nos separan, son los mismos que nos acaban juntando. 

Ojalá tú no me sueñes, ojalá tú me imagines. Que de soñadores está lleno el mundo, pero de locos está vacía mi vida. Primer aviso.