“Hola”. Fue la primera palabra que dijiste, seguida por un baile extraño que terminó en besos, que se volvieron noche, después madrugada y de regreso a mi casa.
A mi cama sin ti.
A mi día que se volvió sonrisas pensándote, que se hicieron enojo al notar que no tenía ni un día de conocerte y ya te había perdido por no saber frenar mis instintos de besar a quien me gusta. ¡Y es que tú me gustaste tanto!
Otra vez la noche, que se tornó en la sorpresa de que me buscaras rompiendo con cualquier expectativa, que se tornó de nuevo en madrugada y en más besos que se volvieron tiempo, que se volvió meses, que se escondió entre sábanas y sonrisas, lágrimas cuando no sabía de ti y otra vez risas cuando volvías a aparecer dentro de algún pretexto.
Eres la mejor historia de mi vida; pero no quiero que ese “hola”, tan tímido y frágil, se convierta en años de espera… no es que no quiera, sino que no puedo. No puedo esperar a darme cuenta de que esperé toda mi vida por algo que nunca iba a suceder.
Te amo, pero no puedo seguir esperando a que aprendas a estar en mis días.
A mi cama sin ti.
A mi día que se volvió sonrisas pensándote, que se hicieron enojo al notar que no tenía ni un día de conocerte y ya te había perdido por no saber frenar mis instintos de besar a quien me gusta. ¡Y es que tú me gustaste tanto!
Otra vez la noche, que se tornó en la sorpresa de que me buscaras rompiendo con cualquier expectativa, que se tornó de nuevo en madrugada y en más besos que se volvieron tiempo, que se volvió meses, que se escondió entre sábanas y sonrisas, lágrimas cuando no sabía de ti y otra vez risas cuando volvías a aparecer dentro de algún pretexto.
Eres la mejor historia de mi vida; pero no quiero que ese “hola”, tan tímido y frágil, se convierta en años de espera… no es que no quiera, sino que no puedo. No puedo esperar a darme cuenta de que esperé toda mi vida por algo que nunca iba a suceder.
Te amo, pero no puedo seguir esperando a que aprendas a estar en mis días.