16 de diciembre de 2018

¿Cómo matar todos los recuerdos?

Yo también quiero vivir en la desmemoria, me dije una vez. Quise huir de los recuerdos y los sentimientos. Las malditas guerras emocionales, las noches solitarias y todas las veces que quise atrapar el tiempo en mis manos. Pero el tiempo no lo puedes frenar ni atrapar. 

Yo quería besarte en el carro cuando me dejaras en la puerta de mi casa, pero esa escena nunca pasó. No quería que fueses mi rescate ni mi constante, tan solo que me hablaras sin mirar al celular. Y que nunca quisieras irte aunque la gente me preguntara qué coño hago yo con él. 

Aun sigo esperando que toques a mi puerta y me digas que la vida sin mí no tiene sentido, que ya lo sé, pero solo quisiera que tú lo supieras. Aquí nunca pasa nada y los domingos amanecemos en camas separadas, desde donde respiramos distinto aire y distintos sueños. 

Yo quería olvidar que somos mortales y desayunar poesía. En el teclado sigo escribiendo cartas anónimas que nunca llegarán a tus ojos; tu corazón no conoce mis palabras y es mejor así. Hace tantos días del principio que no existe, te has ido tantas veces que sé que el final está cerca. 

¿Qué final
si el principio
no existe?

De nuevo hice las maletas y me subí a un avión que me llevará a una ciudad que he visitado tantas veces y sin embargo no conozco. Solo quiero eliminar las carreteras y los límites. Conocer una ciudad nueva y volver a creer que el amor lo puede todo. 

¿Existe?

Quédate con eso, que a puertas cerradas te abrí mi corazón y ahora me lo llevo en la maleta. La ciudad se deshace a mi paso y los recuerdos ahora me hacen más feliz que nunca. La desmemoria solo sería mi condena. 

12 de diciembre de 2018

Cazador

( ¿Me estoy volviendo loca 
de verdad me has mirado? )




Sé que la locura no es uno de mis defectos y por eso mismo sé que tú también sientes el cosquilleo cuando estamos cerca. Tienes los ojos más bonitos del mundo y me miras como un asesino cuando se enamora de su víctima. Y te sonrío, como la víctima cuando sabe que están a punto de dispararle. 

Pero no disparas.
Solo callas.

Enciendo el yesquero solo para sentir el calor del fuego cerca de mi piel tan fría. Un mensaje tuyo un domingo por la tarde me ha hecho esperar el siguiente cada noche. A veces llega, otras no. Y no me importa. De esperanzas no vive el hombre, ya lo sé, pero a mí solo me hace falta soñar.

Todos los cigarros que nunca he fumado y todas las cartas que nunca he escrito llaman a mi puerta y me recuerdan que sigo a un “quédate” de distancia. Esas tres sílabas que tanto poder tienen para hacer la diferencia. El manual de instrucciones se perdió en el último incendio.

Una vez leí que incluso para ser zorra hay que saber algo: prefiero la astucia y la inteligencia, porque me cansé de ser siempre la presa en lugar del cazador. Tienes los ojos de quien está dispuesto a convertir la ciudad en cenizas con tal de conseguir lo que quiere, y unos dientes afilados como los de una fiera. 

Que por "tienes",
solo quise decir tengo.

Y el resto sobra. 

9 de diciembre de 2018

Avisos

Esta noche me di cuenta de que, a medida que estoy menos rota, leo menos poesía. Parece una tontería, pero resulta que las palabras son el remedio para mi alma y, por fortuna, no siempre las necesito. 

Una vez hace mucho tiempo se murió alguien a quien quise muchísimo y fue entonces cuando empecé a escribir. Desde entonces no he podido parar. En otra ocasión, conocí al amor, y fue entonces cuando supe que, si alguien te quiere, es capaz de quererte rota y a pedazos. 

Siempre recuerdo la primera vez que te vi, la primera vez que me hablaste. Nunca logro recordar los detalles de esa noche que te vi por última vez, aunque en ese momento no supiésemos que sería la última. Ojalá no lo sea y un día te encuentre en una plaza con esa sonrisa tan bonita. Por fortuna la vida es una montaña rusa. 

Deberían haberme avisado que mi vida estaría llena de sueños, de amores de cinco minutos, de romances inconcretos. Deberían haberme avisado que mi vida siempre sería más, que no estaría llena de grises sino de colores, como la noria de una feria en plena ciudad. 

Una vez quise ser una diosa griega y fue entonces cuando descubrí en todo caso, sería Calipso. Lo que nadie me dijo nunca es que después de la marcha de Odiseo, a diferencia, no moriría. Mi corazón de repuesto siempre está listo para volver a latir. 

Deberían haberme avisado que siempre encontraría los motivos y por eso no estaba destinada a llamarme Calipso. Como dice esa linda canción que habla de amapolas: ¿dónde vamos tan deprisa?

5 de diciembre de 2018

Caídas, vuelos





Caemos, como caen las gotas de lluvia hasta estrellarse en el parabrisas. Caemos, y no nos importa, hasta hacernos añicos como un vaso contra el suelo. Y toca limpiar ese desastre. Como las hojas que se despojan de los árboles y bailan en el viento durante su descenso. 

Entonces aprendemos a caer, olvidando nuestras dudas; agarrando el presente aunque no nos quede más. Deja que me quede y deja que me vaya, pero no me abandones. A veces, cuando caemos, mi corazón se divide entre huir y dejar lo único que me da vida o quedarme y luchar por lo único que me quita la vida. 

Por un momento me he visto en un parque lejano que realmente no conozco, con una libreta vacía frente un estanque helado y la mirada llena de sueños. Sin nadie que me tomara de la mano, pero tampoco lo necesitaba. Que para perseguir nuestros sueños no necesitamos a alguien con quien hacerlo, me digo. 

Cuánto oro más tendremos que empeñar para conseguir lo que anhelamos, me pregunto. Te he visto llegar y besarme y decirme que podemos volar, que podemos frenar la caída. La cuestión, mi amor, es que no sé quién ha sido. 

Frente al reflejo del estanque me he dicho que puedo volar como esas hojas que en los días de invierno vuelan y bailan durante su caída, disfrutando cada instante, hasta finalmente, posarse sutilmente sobre el suelo helado. Cuando volamos, todo lo demás sobra. 

Me he visto en un parque lejano con una libreta vacía, frente a un estanque helado y la mirada llena de sueños. Sola, tomando mi propia mano y abrazándome a mí misma; me he dado cuenta que no te necesito. Me he susurrado que siempre que he volado, he confundido la caída, con el vuelo.