5 de abril de 2018

De madrugadas sin dormir

En olor a sal me ha despertado esta noche, como un bálsamo ha limpiado mis pulmones del mal de amores. Cuando cenábamos, le he confesado a mi madre que quiero casarme frente al mar un día veintidós, y que todos los invitados tendrán que cruzar el océano para venir.

Desde la mesa se ve el atardecer, el más bonito del mundo. El Sol radiante se convierte en tornasol y está tan cerca que incluso podrías caminar sobre el agua para tocarlo. La plenitud máxima de la vida en ese instante.
  
Que absurdo todo esto. Apareces sin cita previa, cuál tormenta de alegrías. Te atravesaste sin invitación en mi vida y me hiciste perder la cabeza por cinco palabras bonitas. A mí, que suelo dejarme el sujetador en casa aunque no sé vivir sin poesía en mis días. 

Todavía me pregunto los cuándo, los cómo y los por qué. Hasta yo sé que eso no importa. Yo también quiero vivir sin memoria o saber matar a los recuerdos. O quizás, lo único que quería era hacer el amor hasta olvidar que somos mortales.

Volveré a creer, quién sabe cuándo, quién sabe cómo ni qué, pero en que el amor lo puede todo. Porque en el fondo sé que puede tanto que ha podido con nosotros, para bien o para mal. Es el enero del verano más feliz de nuestra vida.