27 de septiembre de 2012

El dolor de un ser amado fallecido...

"El dolor de un ser amado fallecido"... Creo que ese vacío que te dejan tus seres queridos al irse de la Tierra, al terminar su vida, es infinito. El hecho de que te abandonen, de saber que ya nunca los podrás volver a ver, a sentir, es infinito. A mi edad aun no conozco un dolor comparable a ese, porque no es de esos dolores que con el tiempo van cicatrizando hasta que dejan a doler, no. Son una herida que cada cierto, después de hacerte creer que ya ha cicatrizado por completo, un día cualquier vuelve a sangrar sin previo aviso. Sin previa cita,
Para mí aun es indescriptible el intentar acostumbrarme a la idea de saber que no te volveré a ver.
Te extraño.

24 de septiembre de 2012

Si caigo, cae junto a mí.


Solo te pido algo: si caigo, cae junto a mí. No me dejes sola en esto. Si no quieres caer, solo dilo y sujétame fuerte para que yo no caiga en vano, para que yo no sufra otra vez. Me prometiste que serías el único que no me haría daño, y para mí, esa promesa sigue en pie… espero que no la hayas olvidado.

No, tú no olvidas esa clase de cosas.

17 de septiembre de 2012

Te amo, pero...

Te amo. 

Te amo tanto que me da miedo decírtelo y que te espantes ante la idea de ser amado… y huyas. Te amo tanto que prefiero fingir que todo está bien, que me gustas pero poco, que no pasa nada. Te amo tanto que me da miedo darme cuenta de que tú no a mí y entonces ver que amo a quien nunca me amará. 

Te amo en silencio, en tu cama sin que lo sepas, en tus besos sin que lo notes, en la distancia sin que lo sientas, por las noches sin que lo sueñes, en ti sin mí. 

Hoy te digo que te amo y que no quiero escuchar tu respuesta porque ya sé cual es. Hoy te digo que te amo y me marcho, para no verte partir.

6 de septiembre de 2012

No sabe qué es el amor, pero al menos sí sabe lo que no es.

“Si estás, y escoges quedarte, recuerda entonces las cosas que no sabes, sujétalas bien, no las dejes escapar, llegará el día en que puedas saberlas.
Si estás, y sabes cómo amar, recuerda entonces las cosas que das, mantenlas del otro lado, no las hagas regresar, llegará el día en que puedas volver a tenerlas.
Si estás, y piensas marcharte, recuerda entonces las cosas que quieres, mantenlas vivas, no las dejes callar, llegará el día en que las merezcas.”
Se detiene. Un velo ligero y húmedo le cubre repentinamente los ojos. ¿Qué ocurre? ¿Por qué esas palabras penetran y hacen tanto daño? ¿De veras no lo sé?, piensa mirando fijamente aquellas letras que le destrozan el alma, como si se tratase de un antiguo oráculo que acabase de darle las respuestas que tanto había buscado. El amor se haya en aquellas pocas líneas, el amor, tal y como ella lo quiere y como ya no lo tiene. O quizá nunca lo tuvo de ese modo. Porque el amor no es, y no puede ser simplemente afecto. No se trata de costumbre o amabilidad. El amor es locura, es el corazón que late a dos mil por hora, la luz que surge de noche en pleno atardecer, las ganas de despertarse por la mañana sólo para mirar a los ojos a esa persona, para mirarse. El amor es ese grito que ahoga la llama y le hace comprender que es hora de cambiar.
Él. Recuerdos. Millones de recuerdos con él, las cosas que le dice, su rostro, su mirada sincera. Pero no sabemos hablar, no hay comunicación, no estamos hechos el uno para el otro. Una lágrima desciende por su mejilla y cae sobre su pierna desnuda.
Probablemente esa chica, sentada sobre su cama, iluminada solo por la luz de la pantalla no sepa todavía qué es el amor. Pero al menos sí sabe lo que no es. Y así continúa leyendo.
“Y caen las hojas, y parecen soles, y cae la nieve de espuma sobre el mar. Y dos están tan juntos que parecen un final.”
Ese final que le falta y siempre le ha faltado. Ese final que ha buscado como respuesta que no tenía siquiera valor para plantearse ni a sí misma. Ese final que está llegando, y pasa ante sus ojos como los créditos del final de la película. Del mismo modo. Llegó el momento de aceptarlo, de tomar coraje y decirle que sí, ha sido bonito, y aunque los actores salgan de escena, el escenario de la vida sigue abierto y listo para nuevos espectáculos, simplemente te deseo lo mejor, no sabes cuanto lo siento. Porque a la hora de decir adiós a algo que te marcó, a alguien que en un momento determinado fue tu mundo, no te queda de otra que reconocer que fue bonito, pero los sentimientos cambian, desearle suerte a la otra persona, esperar con todas tus fuerzas que te sepa dejar atrás, y lamentar no poder hacer nada para evitar el dolor que aquellas palabras causarán.
Cuando el corazón se decide, cuando encuentra el coraje para cambiar el camino, no se debe esperar ni un segundo más.

3 de septiembre de 2012

Una rosa. Roja no. Blanca.


Buenos días mundo. Niki se despereza. ¿Me haces un regalo hoy? Me gustaría levantarme de la cama y encontrarme una rosa. Roja no. Blanca. Pura. Para escribir en ella como si fuese una página nueva. Una rosa dejada por alguien que piensa en mí y que todavía no conozco. Lo sé, un contrasentido. Pero me haría sonreír. La cogería y la llevaría al instituto. La dejaría apoyada en el pupitre, sin más. Mis amigas se acercarían llenas de curiosidad.

Y yo, todavía sin decir nada, la dejaría allí toda la mañana. Después, a última hora, arrancaría uno a uno los pétalos y, con un rotulador azul, escribiría letra a letra, una sola en cada pétalo, la frase de aquella canción tan bonita: “Entre los obstáculos del corazón hay un principio de alegría que me gustaría merecer…”, y después tiraría los pétalos por la ventana. El viento se los llevaría. Podría ser que alguien los encontrase. Que volviese a ponerlas en orden. Que leyese la frase. Y me viniese a buscar. Él quizá. Ya. Pero ¿quién es él?

Extracto de Perdona si te llamo amor, de Federico Moccia.