30 de noviembre de 2015

Soy.

Soy más feliz que nunca aunque te duela, ya no te necesito aunque no te importe, aprendí a volar como siempre quise y no necesité tus alas para hacerlo. Gracias por irte. Comienzo por escribir de ti porque siempre planeé hacerlo pero esos tres renglones son simplemente el fin de tu cuento.
Soy más feliz que nunca, soy más feliz que nadie, soy mi mundo, soy mis risas, soy el aire que respira el viento, el fuego que incendia al sol, la estrella que decora a la luna, soy. Puedo predecir mi futuro porque yo lo hago, doy besos cuando quiero porque tengo labios, provoco sonrisas y a veces hasta bailo. 
No me siento la más sabia ni lo pretendo, las cosas sencillas me engrandecen, guardo recuerdos y los baño de anhelos, sueño más y duermo menos.
Soy más feliz que siempre.

27 de noviembre de 2015

El día que me volví agua.

El silencio me hizo olvidar el momento en que caí; no sentía frío, no había nada, sólo agua; y por unos instantes me volví uno con ella. Libre, tranquilo, quieto… Esta es la historia del día en que me convertí en agua.
Mi madre dice que nací nadando, y es que lloré tanto que parecía que había inundado la pequeña habitación del hospital. Por más ilógica que pareciera esta historia siempre me gustó la idea de imaginar mi nacimiento como un pez que por fin es depositado en su pecera.
Podrán imaginarse cómo fue mi infancia, pasaba más horas en la ducha que durmiendo, a veces salía a jugar con los demás niños sólo para llenarme de tierra y que así mi madre me obligara a tomar un baño. Las vacaciones de verano en la playa eran mis favoritas; desde que salía el sol hasta que aparecía la luna yo estaba entre las olas jugando a ser pez, nadando, hundiéndome en libertad, volviéndome uno con el mar, formando parte de su inmensidad, haciéndome omnipresente. Dentro del agua me sentía feliz. Y así pasaron los años, nadando, jugando, riendo… viviendo. 
A mis 22 años, la casa del lago seguía siendo mi lugar preferido en todo el mundo, y ese día no fue la excepción. Estando en la lancha con mis amigos parecía que todo era perfecto. Supongo que fue tanta mi alegría que se me subió a la cabeza hasta que me fui de lado, y caí. El agua me abrazó como siempre, me dio la bienvenida, me protegió de todo; hasta de ser visto por mis amigos que no notaron mi ausencia sino unos minutos después, unos kilómetros después, unos gritos después. Dieron vuelta y regresaron a buscarme, se sumergieron tratando de encontrarme, seguidos por los rescatistas al caer la noche, seguidos por la mañana y la desesperación, seguidos por una nota a las cuatro de la mañana en la televisión en la que narraban el día en que me convertí en agua.
Después estaban todos reunidos, muy formales, como en una fiesta; se abrazaban con tanta fuerza que se quedaban sin aire. Había música y hasta flores; pero no era una fiesta. Y yo desde esa caja cerrada me preguntaba si ellos lloraban porque querían que yo nadara como aquel día en que nací; tal vez sólo estaban intentando llenar mi pecera para que yo pudiera volver a jugar a ser pez.
El día que me volví agua, fue el ultimo de mi vida. Caí al lago y mi cuerpo apareció cuatro días después en la orilla, pero ese cuerpo estaba vacío, yo me quedé en el lago, nadando, jugando, sintiéndome niño otra vez; sin miedo, sin frío, sin nada. 
Mi madre dice que nací nadando, y es que lloré tanto que parecía que había inundado la pequeña habitación del hospital. Al parecer hoy ustedes están intentando llenar mi pecera, y no sé cómo decirles, no sé cómo hacerles saber, que ya no necesito agua, pues ahora puedo volar.

22 de noviembre de 2015

No sé, ni quiero.

No sé mucho de amor, para ser honesta no sé mucho de nada, pero sé cuánto quema esa primera mirada, el cosquilleo en los labios cuando dice tu nombre, su pelo, su sonrisa, sus promesas… y nada.
Sé de amores que duran para toda la vida y se terminan en muertes tan apresuradas que parecen seguir vivas y las vemos pasar entre la gente; amores que se acaban en cuerpos que caminan.
No sé mucho de amores pero sé que no con decir adiós se terminan, que renacen en atardeceres, se visten de recuerdos y nos inundan, sé que de los amores los verdaderos siempre son los que más duran.
De adioses sé más de lo que quisiera saber, sé de adioses que se dicen en cajas con flores, de otros que se callan y se ocultan en orgullo, sé de adioses que se dan a besos y otros que son más complejos.
De adioses sé bastante, de amores no sé mucho, así me sigo sorprendiendo con los segundos y me mantengo de pie ante los primeros.

14 de noviembre de 2015

Cuando estuve muerta.

Pocas cosas he soñado como cuando soñé contigo, pocos sueños he tocado como cuando me tocaste. Casi nunca me he sentido tan viva como el momento en que llegaste… ni tan muerta como cuando te alejaste. 
Fui un cadáver andante, vacía de besos, manos, palabras, labios, falta de tus ojos tan llenos de mí, temerosa de todo lo que me recordara a ti. Y me rompí.
Esos días no era más que un montón de cristales en el suelo brillando entre lágrimas y anhelos. Fui todo lo que me ha dolido, estuve de luto por nuestro amor perdido. Lloré lágrimas ocultas en sonrisas falsas, miré hacia arriba pensando en la caída. Anduve para tropezar, dejé de comer para alimentar mi fatalidad. Estuve sin estar.
¿Y sabes qué? Sobreviví. Aquí ya no vuelvas más.

10 de noviembre de 2015

Carta para una (ex) amiga.

Esta carta va para ti y espero que jamás la leas porque de cualquier modo ya es muy tarde. 
La amistad es tan simple que sigo sin comprenderla, no es como el amor que hay que mantenerlo a diario, es más libre y juguetona.
Siempre he pensado que un verdadero amigo no es el que está en todas tus reuniones o que te llama todos los días para platicar, mucho menos el que solo está en las malas como periódico amarillista. Un verdadero amigo para mí es aquel que conoce a tu familia, que sabe por qué te gusta el café con dos tarroncitos de azúcar y reconoce tu cara cuando estás feliz, enojado o has llorado. Y sabe que no quieres que te abracen cuando tienes ganas de llorar. Un mejor amigo es a veces un hermano y como tal debe aceptar las peleas como parte de la rutina, tus peores caras -la de recién despierto y la de crudo- tus distancias y la necesidad de contar contigo.

Yo pensé que tú eras mi mejor amiga y, como tal, siempre voy a extrañar todo lo que tuvimos. 
Lástima que ya no seas quien solías ser conmigo

Lástima que ya no seas quien solías ser.

7 de noviembre de 2015

Tengo todo y tengo nada.


Tengo un conflicto y tengo un amor en las orillas del mar que nace en mis ojos desde que tú no los miras. Tengo un vacío lleno de indecisiones, tengo una razón y tengo una vida de desamores. Tengo un cajón repleto de olvidos, una ventana abierta por la cual me fugo a veces, tengo dos pies y un suelo, tengo todos mis temores. Tengo miedo y tengo vida, tengo un par de alas destruidas. Tengo todo y tengo nada… tengo tanto y se me escapa.

5 de noviembre de 2015

Es como pequeños cocodrilos.

Me da miedo el amor porque todo en él me da miedo.
Me da miedo confiar en ti y que al final del cuento me pongas el cuerno y te marches muy contento con una mujer que no te ha amado ni lo piensa hacer, pero que te emociona como yo ya no lo hago porque tanto te he amado que ya simplemente no te inspiro a nada, no soy un reto nuevo, ya no soy nada.
Me da miedo entregarte mi sonrisa y construir recuerdos contigo, porque los recuerdos son como pequeños cocodrilos, al principio no sabes cómo van a ser, después rompen el cascarón y salen con sus grandes ojos y te miran tiernos e indefensos, y juegas con ellos, y los tomas entre tus manos, los acaricias, pero con el tiempo crecen y se vuelven extraños que ya ni te reconocen y te atacan al primer contacto. Los recuerdos pueden ser muy crueles.
Me da miedo crecer contigo y que para cuando los dos seamos un par de señores, tú seas un señorón que enamora nenas de la edad que ahora yo tengo, y yo solo sea una señora que hace mucho perdió su belleza y juventud.

Me da miedo el amor porque es muy bonito mientras vive, pero si se muere llega por las noches y te jala los pies. Me da miedo que te vuelvas mi casa y un día decidas irte y tenga que vivir debajo de un puente, cubriéndome de la lluvia con cajas y… me das miedo.