El silencio me hizo olvidar el momento en que caí; no sentía frío, no había nada, sólo agua; y por unos instantes me volví uno con ella. Libre, tranquilo, quieto… Esta es la historia del día en que me convertí en agua.
Mi madre dice que nací nadando, y es que lloré tanto que parecía que había inundado la pequeña habitación del hospital. Por más ilógica que pareciera esta historia siempre me gustó la idea de imaginar mi nacimiento como un pez que por fin es depositado en su pecera.
Podrán imaginarse cómo fue mi infancia, pasaba más horas en la ducha que durmiendo, a veces salía a jugar con los demás niños sólo para llenarme de tierra y que así mi madre me obligara a tomar un baño. Las vacaciones de verano en la playa eran mis favoritas; desde que salía el sol hasta que aparecía la luna yo estaba entre las olas jugando a ser pez, nadando, hundiéndome en libertad, volviéndome uno con el mar, formando parte de su inmensidad, haciéndome omnipresente. Dentro del agua me sentía feliz. Y así pasaron los años, nadando, jugando, riendo… viviendo.
A mis 22 años, la casa del lago seguía siendo mi lugar preferido en todo el mundo, y ese día no fue la excepción. Estando en la lancha con mis amigos parecía que todo era perfecto. Supongo que fue tanta mi alegría que se me subió a la cabeza hasta que me fui de lado, y caí. El agua me abrazó como siempre, me dio la bienvenida, me protegió de todo; hasta de ser visto por mis amigos que no notaron mi ausencia sino unos minutos después, unos kilómetros después, unos gritos después. Dieron vuelta y regresaron a buscarme, se sumergieron tratando de encontrarme, seguidos por los rescatistas al caer la noche, seguidos por la mañana y la desesperación, seguidos por una nota a las cuatro de la mañana en la televisión en la que narraban el día en que me convertí en agua.
Después estaban todos reunidos, muy formales, como en una fiesta; se abrazaban con tanta fuerza que se quedaban sin aire. Había música y hasta flores; pero no era una fiesta. Y yo desde esa caja cerrada me preguntaba si ellos lloraban porque querían que yo nadara como aquel día en que nací; tal vez sólo estaban intentando llenar mi pecera para que yo pudiera volver a jugar a ser pez.
El día que me volví agua, fue el ultimo de mi vida. Caí al lago y mi cuerpo apareció cuatro días después en la orilla, pero ese cuerpo estaba vacío, yo me quedé en el lago, nadando, jugando, sintiéndome niño otra vez; sin miedo, sin frío, sin nada.
Mi madre dice que nací nadando, y es que lloré tanto que parecía que había inundado la pequeña habitación del hospital. Al parecer hoy ustedes están intentando llenar mi pecera, y no sé cómo decirles, no sé cómo hacerles saber, que ya no necesito agua, pues ahora puedo volar.