Vas y me llamas “cielo” como si estuviese a su altura; o lo que queda aún más lejos, a la tuya. Mis ganas quieren perderse con las tuyas, jugar a hacernos daño, con los ojos cerrados y la distancia de por medio, gritándonos que somos idiotas por querer evitar lo inevitable.
A veces hace falta leer según qué para seguir adelante, para subir la intensidad. Es que conozco palabras que todavía no he podido mostrarte, mientras tú sabes de la existencia de palabras que todavía no has tenido la valentía de decirme. Tengo la tendencia de creer que nunca has acabado de mirar en mí, y por eso sigo mostrándote que puedo demostrarte lo que quieras.
Te quiero, te quiero hasta borracha, hasta cuando insinúas que podría ser una gran hija de puta contigo y hacerte daño. Incluso doliéndome te quiero. Te quise cuando le dije que "no" a unos tantos mientras tú te tirabas a unas tontas. Te quise hasta cuando lo callaba, te quise hasta cuando lo negaba.
He sacado mi hija de puta interior a bailar esas canciones tan absurdas que te gustan para que no te atrevas a pisarme. Y míranos, yo acercándome a ti de puntillas para no despertar nada y tú hablándome de un futuro precioso. Cada vez que te sueño te siento más lejos de mi cama, de mí, de lo que un día prometió tu boca.
Mira, no puedo, no me sale. No sé cómo encontrar las palabras adecuadas para que ese ojo tuyo de la nuca, ese que te dice “vigila” se cierre para que tú te abras. Valora que te he regalado mis buenos días estando en los peores, que aunque me muera de ganas de llorar cuando te veo se me olvida toda esa mierda. No sabes la de veces que te he escrito con lágrimas en los ojos y los nudillos sangrando, no te las imaginas.
Tampoco te imaginas como te echo de menos, como me lo callo por miedo a tu respuesta…
Cariño, nos hemos metido en un camino que desconocemos y empieza a oler mal, pero seguimos adelante como dos ciegos a los que no les importa. Nos miramos fijamente y sonreímos mientras en la cabeza tenemos un “no” constante.
Una de dos: o vas a levantarme de todas las caídas que vendrán o vas a dolerme más que ninguna.
Una de dos: o vas a levantarme de todas las caídas que vendrán o vas a dolerme más que ninguna.
Tú decides, amor, ¿vas hacerme más cabrona o más mujer?