26 de julio de 2015

No te prometo el cielo por mi vértigo.

Vas y me llamas “cielo” como si estuviese a su altura; o lo que queda aún más lejos, a la tuya. Mis ganas quieren perderse con las tuyas, jugar a hacernos daño, con los ojos cerrados y la distancia de por medio, gritándonos que somos idiotas por querer evitar lo inevitable.

A veces hace falta leer según qué para seguir adelante, para subir la intensidad. Es que conozco palabras que todavía no he podido mostrarte, mientras tú sabes de la existencia de palabras que todavía no has tenido la valentía de decirme. Tengo la tendencia de creer que nunca has acabado de mirar en mí, y por eso sigo mostrándote que puedo demostrarte lo que quieras.

Te quiero, te quiero hasta borracha, hasta cuando insinúas que podría ser una gran hija de puta contigo y hacerte daño. Incluso doliéndome te quiero. Te quise cuando le dije que "no" a unos tantos mientras tú te tirabas a unas tontas. Te quise hasta cuando lo callaba, te quise hasta cuando lo negaba.

He sacado mi hija de puta interior a bailar esas canciones tan absurdas que te gustan para que no te atrevas a pisarme. Y míranos, yo acercándome a ti de puntillas para no despertar nada y tú hablándome de un futuro precioso. Cada vez que te sueño te siento más lejos de mi cama, de mí, de lo que un día prometió tu boca.

Mira, no puedo, no me sale. No sé cómo encontrar las palabras adecuadas para que ese ojo tuyo de la nuca, ese que te dice “vigila” se cierre para que tú te abras. Valora que te he regalado mis buenos días estando en los peores, que aunque me muera de ganas de llorar cuando te veo se me olvida toda esa mierda. No sabes la de veces que te he escrito con lágrimas en los ojos y los nudillos sangrando, no te las imaginas.

Tampoco te imaginas como te echo de menos, como me lo callo por miedo a tu respuesta…

Cariño, nos hemos metido en un camino que desconocemos y empieza a oler mal, pero seguimos adelante como dos ciegos a los que no les importa. Nos miramos fijamente y sonreímos mientras en la cabeza tenemos un “no” constante. 

Una de dos: o vas a levantarme de todas las caídas que vendrán o vas a dolerme más que ninguna.

Tú decides, amor, ¿vas hacerme más cabrona o más mujer?

23 de julio de 2015

Nota.

En una relación debes aceptar a la otra persona tal cual es, 
no sólo las partes que resultan fáciles. 

Por supuesto que serás un estúpido si le das la espalda 
a algo tan importante como el amor.

21 de julio de 2015

Pero siempre más de ti.

Me mataba a besos y me enterraba bajo las sábanas para poder bailar sobre mi tumba justo en el momento exacto en el que acaba la canción.
Vamos a querernos, me dice, con un "fóllame" en los ojos. Vamos a querernos bien, sin prisas, con lo puesto; con lo que nos falta por arrancarnos. Sin pausas. Y en voz alta.
Podríamos seguir dando pasos, esta vez espero que sean en cierto. Podríamos mandar a la mierda las pausas y las pautas; hacer las cosas mal, para poder hacernos bien.
Me das miedo, me das vértigo... Me he perdido en tu vacío y no quiero encontrarme; todavía no.

Sigo intentando entender por qué todas mis declaraciones de amor suenan a despedida... Nadie ha dicho que despedirse sea sinónimo de olvidarse.
No te vayas todavía, que tengo para un roto más. 

Y miles de hojas en blanco deseando dejar de serlo para llevarse un poco de ti, de nosotros.

17 de julio de 2015

El viaje de la vida.

Cuando emprendas tu viaje a Itaca pide que el camino sea largo, lleno de aventuras, lleno de experiencias. No temas a los lestrigones ni a los cíclopes ni al colérico Poseidón, seres tales jamás hallarás en tu camino, si tu pensar es elevado, si selecta es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo. Ni a los lestrigones ni a los cíclopes ni al salvaje Poseidón encontrarás, si no los llevas dentro de tu alma, si no los yergue tu alma ante ti.

Pide que el camino sea largo. Que muchas sean las mañanas de verano en que llegues -¡con qué placer y alegría!- a puertos nunca vistos antes. Detente en los emporios de Fenicia y hazte con hermosas mercancías, nácar y coral, ámbar y ébano y toda suerte de perfumes sensuales, cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas. Ve a muchas ciudades egipcias a aprender, a aprender de sus sabios.

Ten siempre a Itaca en tu mente. Llegar allí es tu destino. Más no apresures nunca el viaje. Mejor que dure muchos años y atracar, viejo ya, en la isla, enriquecido de cuanto ganaste en el camino sin aguantar a que Itaca te enriquezca.

Itaca te brindó tan hermoso viaje. Sin ella no habrías emprendido el camino. Pero no tiene ya nada que darte.

Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado. Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia, entenderás ya qué significan las Itacas.

Itaca.
Constantino Cavafis. Antología poética.
Traducción de Pedro Bádenas de la Peña.

16 de julio de 2015

El sueño de la razón produce monstruos.

Era viernes. Viernes al anochecer. Viernes trece. Viernes de mala suerte. Viernes de tragos con los amigos. Con extraños. Viernes de sustancias indebidas. Viernes de lujuria. Viernes sin pasión. Viernes de miedo. De terror.

Caminaba por la avenida, estaba sola, no se veía a nadie. Falda corta, media pantis, camisa escotada. Tacones. Todavía quedaban algunos rayos de sol sobre la acera. Tenía un cigarro, todavía apagado, en la mano derecha. Me sentía destruida, había sido el peor día de toda mi vida. Escuchaba ruidos que me ponían la piel de gallina: venían del aire.

Volaban alrededor mío. Los veía en lo alto, pero cada vez los sentía más cerca. Como si a cada segundo bajaran un poco más. Ahora creo que eran cosas mías. Nunca había pensado que los búhos y los murciélagos pudiesen simpatizar en un mismo espacio. Pero allí estaban. Volando encima de mí. Me sentía torturada de alguna forma siniestra.

Veía las plumas de los búhos. Distintos tonos del mismo gris. Matices, todos grises. Ojos grandes, picos pequeños. Siempre los había visto como animales dulces, creados por la naturaleza para asustar únicamente a los niños pequeños, y sin embargo sentía tanto miedo. En cambio los murciélagos eran como siempre los había imaginado: negros como el carbón. Tétricos.

Pronto se haría de noche. La simple idea me helaba la sangre. ¿Se encenderían las luces de la avenida esta noche? ¿Podría reconocerlos entre tanta oscuridad? ¿Qué pasaría después que me hubiesen alcanzado?

Me repetía una y otra vez que debía mantener la calma. Mamá siempre decía que los animales huelen el miedo, que si no les temía no me harían nada. Vaya manera de calmar a una niña. Pero esta noche no soy ninguna niña. ¿Dónde estará mamá? Ojalá no me vea en este estado. Debo llegar a casa cuanto antes.

Sólo quedan los últimos rayos de sol sobre la avenida. Los faroles continúan apagados, creo que esta noche tampoco los van a encender. Le he pedido fuego a un señor que venía caminando, y mientras encendía el cigarro me ha ofrecido algo de dinero para que me acueste con él. Sé que no me he arreglado como una dama, pero tampoco seré su puta. Esta noche no. He seguido caminando, el frío cada vez me cala más los huesos.

Qué estará pasando esta noche, los pájaros no me dejan en paz. Siguen volando. Siempre en mi cabeza. Sólo quería llegar al bar y beber algo con alguien. Con quien fuera. Sólo olvidar mi nombre. ¿Cuánto habré caminado? Comenzaré a alucinar del cansancio, como si no lo estuviese haciendo ya. Qué chiste.

No sé qué ha pasado los últimos minutos. ¿Dónde está Daniel? ¿Cuánto rato tengo caminando? ¿Dónde estoy? ¡Mira, un búho! ¡MURCIÉLAGOS! Nunca pensé que ambas aves pudiesen compartir el mismo espacio.

Ya debe ser más de media noche, quería llegar a casa a leer y sin embargo no sé dónde estoy. Me he preparado un porro, y justo ahora me lo estoy fumando. Vaya miseria de día, si parezco una prostituta. Por lo menos hubiese agarrado el dinero de ese señor. Mamá siempre decía que no debía aparentar ser algo que no era. Quizás sí sea una prostituta. Vaya cosas para decirle a una niña.

Sólo quería llegar al bar y beber algo con alguien. Con quien fuera. Pero estoy sola y no tengo ni a quien compartirle mi porro. Y esas malditas aves revoloteando en mi cabeza. Si por lo menos estuviese en un bosque mi miedo a los animales tendría más sentido. Pero mi vida ya no tiene sentido. Qué triste suena eso.

Pronto va a amanecer. He llegado a casa, he tirado los tacones en la entrada y me he desvestido. Me he quitado hasta la ropa interior, bien he podido ser la puta de ese señor. Me he puesto el abrigo en lugar de usar la dormilona. Este maldito frío de diciembre en pleno verano. Las aves han entrado a la casa junto conmigo. Me han rozado la piel, pero el sueño no me permite tener miedo.

Me he preparado un último porro y me he quedado dormida en el escritorio intentando escribir todo lo que he sentido esta noche. ¿Dónde estará Daniel? La habitación se ve tan oscura, como si fuese gris. Y todas estas aves siguen aquí. Hasta me ha parecido ver un felino. Pensaría que ha sido un sueño, pero creo que ha sido un cuento.

He vivido mi propio cuento. Escrito por mí, claro. Una noche que no fue esta noche. En una vida que no fue esta vida.

Mi propia pesadilla.

13 de julio de 2015

Si prometes quedarte.

Nunca tuvimos un término medio. Nos queríamos a morir o matábamos por querernos. Me hiciste cruzar la línea que un día tú mismo pintaste. Me hiciste saltar semáforos en rojo, sabiendo las consecuencias. Sin embargo, yo puedo ser los viernes por la noche, y tú los domingos por la mañana. Puedo quererte los días pares y tú a mí los impares. 

Voy a ser quien ponga las normas y tú quien las salte. Yo puedo ser lo que quieras, tú ya fuiste lo que quería.

10 de julio de 2015

Creo que aún sigo viva, pero a beso de no estarlo.

Llevo unos días dándole vueltas al tema, a la tortilla, para ver si mirándolo desde otro punto tengo menos culpa y más sentido. Pero nada. Sigo pensando si seré merecedora de tus palabras, si todos esos gritos que callas con escritos tienen un poco de mí, si seré yo de la que hablan tus poemas.

Y siempre acabo igual, prometiéndome no volver a pensar en ello. En ti. Dejándome claro que lo único que sé de sobras es que yo sólo soy yo.

Llevo todos estos años haciendo el amago de que estoy viviendo. Sonriendo para que creas que soy feliz sin ti. Llorando bajo la ducha para que creas que no me duele nada. Corriendo para que creas que lo que tengo es prisa, y no ganas de huir de ti.

Ignorando por completo que la forma más rápida de huir de ti era quedándome en mí.

He aprendido, no voy a decir que de mis errores, pero he aprendido. He aprendido que ser una triste es una buena excusa para que me hagas reír, que ser fría siempre te incitó a besarme, y que cuanto más distante era, más fuerte eran aquellos abrazos. He aprendido que no hay una luz al final del túnel, pero que follar a oscuras tiene su punto. Como lo de jugar a desconocernos cuando nos cruzamos de la mano de otros...

He aprendido, cariño, a matar a todos los monstruos que vivían debajo de la cama, a dejar de ser tu princesa de cuento para empezar a ser la reina de mi historia.

Antes de conocerte creía que estaba condenada a vivir con ellos, no sentir miedo era una sensación tan extraña para mí que, si no los veía, tenía que inventármelos.

Me volví valiente el día que me dijiste que tenías miedo.

Tiene un miedo precioso a morirse de mayor, a no jugarse la vida lo suficiente. "Dame la oportunidad de enseñarte el miedo a vivir el momento, que suena bien, pero vivir sólo es otra forma de morir", le dije.

Me he intentado convencer a mí misma de no necesitar a nadie para ser feliz, y todavía sigo. Todo es más difícil desde que no estás conmigo, pero tampoco sin mí.

Que ya no levanto cabeza desde que sé que lo que voy a ver, siempre va a ser peor de lo que puedo llegar a imaginarme. Desde que sé, que por mucho que te busque a lo lejos, esa silueta que voy a intentar descubrir, no será la tuya.

Un domingo, un portazo, y los dos fuera. Yo tampoco entendí eso de que ninguno se quedara dentro, pero nos miramos como pidiéndonos perdón mientras nos mandábamos a la mierda. Y nos fuimos, cada uno por su lado.



Hoy me permito odiarte, porque sé, porque puedo; y pienso poner de excusa mi fragilidad emocional, porque sabes que no, porque puedo. Decirte que no sé qué coño estoy haciendo ni conmigo,



ni sin ti.

7 de julio de 2015

Vámonos.

Agarra un abrigo y ponte tu playera favorita que hoy te vienes conmigo a pasar el resto de tu vida. Ya tengo todos los planes absolutamente olvidados, prepárate para todo porque no sé ni adónde vamos. 

La casa blanca con las ventanas azules, olvídala; los tres hijos también. Solo quiero estar contigo y volver a ser feliz, como cuando me escondía en el clóset para poder reír a carcajadas del montón de nadas que decías del otro lado del teléfono.

Feliz como la primera vez que te besé parada de puntitas y fui lo más alta que he sido en la vida. Feliz como cuando tú estabas. Así que deja atrás todo, que nos vamos para siempre y a ver qué pasa.