6 de mayo de 2019

Mía

Nací para ser eternamente mía. No tuya, no de nadie, solo mía. Nací en unas tierras que fueron maldecidas y como el diablo, son hermosas para que pierdas la racionalidad de la supervivencia. 
Dejo de escribir por periodos, por meses, por temporadas de fríos y de calores. Convivo con lo increíble, con lo impensable. Salgo a la calle y enfrento la crueldad. 
No puedo olvidar quién soy ni de dónde vengo, no intentes decirme cómo vivir mi vida ni cuándo la falda me queda demasiado corta. No me interesa. 
Aprendí a encontrarme en medio del desastre, a limpiarme las heridas con saliva, a renacer entre mis escombros, a llevar mi pasado en el pie izquierdo y mi futuro, en el derecho. 
A la vida le agradezco las amigas que conservo, disfruto las madrugadas donde las horas avanzan sin que me dé cuenta. A veces decido darme cuenta y soltar una carcajada en medio de la nada. Los valores que compartimos, las preocupaciones, los mensajes. 
He decidido quererme, ser, bailar y cantar bajo la ducha fría, entre estas paredes que aunque no me vieron nacer, sí crecer y ser. Esta vida es tan mía como lo soy yo, y pretendo vivirla, gozarla por segundos, por todos y cada uno de esos malditos segundos.