Yo lo que siempre quise fue ser la golfa de Extremoduro en vez de la princesa de su cuento, y mírame ahora, sentada, con la lencería bajo la ropa, esperando que suene el teléfono y seas tú diciendo que vienes en camino. Pero no llamas.
Tienes la risa más bonita y más tímida que había visto nunca. Y con esos ojos de yo-no-fui me desnudaste tantas veces para amanecer en mis sábanas mientras tu mano jugaba a pintar formas en mi espalda. Me desperté y encontré tu cara junto a la mía con una sonrisa preciosa y un lente que continuaba capturando cada detalle.
— Me encontraste rota,
ahogada en pastillas,
y me hiciste sonreír
como si nunca
Todavía quisiera decir(te) que si no me drogo, no siento nada, pero sería mentira y sabes que yo no sé mentir. Contigo he sentido en partes donde no sabía que era posible y al corazón de repuesto le ha dado por volver a latir.
Mi madre ha dejado de sonreír cuando le he dicho que ahora voy y vengo en moto, luego ha visto mis ganas de comerme el mundo con el casco bajo el brazo y ha soltado una carcajada. Me ha dicho que no cambio, que no paro hasta tener lo que quiero y por eso sigo siendo feliz. Me pinté los labios de rojo carmín y salí a comerme el mundo — en tu boca —.
Ha sonado el teléfono. Un mensaje tuyo diciendo que vienes en camino, y yo con el peta en la mano y el corazón en las tuyas.