Dice que siente vergüenza. O como se dice, "está apenado". La pena como sinónimo de vergüenza es una particularidad del habla latinoamericana, igual que decir "mayor" en vez de "viejos" para no ofender a éstos, o decir "está malito" para suavizar una enfermedad mortal.
Ésta es la historia de la época del auge petrolero, fines de los setenta, principios de los ochenta. De arranque, eso ya explica parte de la identificación pena-vergüenza. Vergüenza porque de tejanos el auge como nuevos ricos. Pena porque la riqueza fue mal empleada. Vergüenza porque el presidente dijo que nuestro problema ahora era administrar la riqueza. Pena porque los amolados siguieron siéndolo. Vergüenza porque nos volvimos frívolos, dispendiosos, esclavos de un capricho vulgar y de una cómica prepotencia. Pena porque no fuimos capaces de administrar ni la vergüenza. Pena y vergüenza porque no servimos para ser ricos, sólo nos conviene la pobreza, la dignidad, el esfuerzo... Aquí siempre ha habido gente corrupta, autoritaria y con exceso de poder. Pero todo se les perdona si al menos son serios (¿hay una corrupción sería y otra frívola?). La frivolidad es lo insoportable, lo imperdonable, la burla a todos los jodidos. De allí la pena y la vergüenza de esos años en que fuimos millonarios de temporada para amanecer al poco tiempo quebrados, en la calle, y llorando de risa antes de reír del dolor.
Extracto de La frontera de cristal de Carlos Fuentes.