Esta carta va para ti y espero que jamás la leas porque de cualquier modo ya es muy tarde.
La amistad es tan simple que sigo sin comprenderla, no es como el amor que hay que mantenerlo a diario, es más libre y juguetona.
Siempre he pensado que un verdadero amigo no es el que está en todas tus reuniones o que te llama todos los días para platicar, mucho menos el que solo está en las malas como periódico amarillista. Un verdadero amigo para mí es aquel que conoce a tu familia, que sabe por qué te gusta el café con dos tarroncitos de azúcar y reconoce tu cara cuando estás feliz, enojado o has llorado. Y sabe que no quieres que te abracen cuando tienes ganas de llorar. Un mejor amigo es a veces un hermano y como tal debe aceptar las peleas como parte de la rutina, tus peores caras -la de recién despierto y la de crudo- tus distancias y la necesidad de contar contigo.
Yo pensé que tú eras mi mejor amiga y, como tal, siempre voy a extrañar todo lo que tuvimos.
Yo pensé que tú eras mi mejor amiga y, como tal, siempre voy a extrañar todo lo que tuvimos.
Lástima que ya no seas quien solías ser conmigo.
Lástima que ya no seas quien solías ser.
Lástima que ya no seas quien solías ser.
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