Hay días en los que me siento perdida, donde nos imagino bailando sin ritmo en una terraza desconocida, besándonos nuevamente en una azotea con vista al mar. Azul o tal vez verde, no sé.
La primera vez me perdí en tu mirada, mientras me rompías los esquemas de lo que creía posible -y las medias-. Nos he visto amanecer en un lugar desconocido, cumpliendo una promesa que no quería creer. Con un desayuno, y por supuesto, un café cremoso servido en una bandeja color miel.
Sonaba el soundtrack de esa película nominada a los premios de la Academia. Tengo tantas ganas como miedo y dudas. Luchamos contra el destino y lo posible con palabras.
A las 3 de la mañana siempre suena el teléfono y me arranca una sonrisa, para ti ya ha amanecido. Olvidamos quienes somos por un instante e imaginamos otro beso en pleno invierno.
Olvidamos que con el tiempo todo se vuelve polvo y flores muertas.
Qué importa.
Renacemos en la mirada, renacemos en cada nota en la mesa de tu cuarto luego que sale el sol. "Me debes un amanecer". Y antes de largarte, tú jugabas a darme besos. Quería que te quedaras aunque después todo desapareciese.
Siempre como si fuese el último beso, la última noche, la última mentira. Las ciudades son conocidas pero no para nosotros. Nos dan la bienvenida, algún gato blanco nos mira a lo lejos. Hemos llegado.
Nos imagino de tantas maneras, volando sin movernos de donde estamos, cruzando fronteras, viajando como el mejor viaje que tenemos cerca.
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