Lo peor son las noches solitarias, el corazón girando en espiral. El sonido del agua de la vecina de arriba, cuando se levanta de madrugada para ir al baño y te despierta. Lo peor son las mañanas, que no sabes si puedes ponerte un vestido porque el día podría convertirse en una pesadilla. El café en la mañana que ya no te preparas, la prisa, el sonido de la licuadora. Las ganas que dejaste en la cama antes de entrar al salón de clase con alguien que odia su existencia. Lo peor son las noches sin estrellas, la luna que no se ve detrás de los edificios, la ropa acumulada en la cesta de la ropa sucia. El desorden, el polvo, los platos sucios amontonados en la vajilla y que nadie los quiere limpiar. Lo que más me duele es el libro en la mesilla, que me habla del dolor de una chica en su viaje en carretera hasta que una cerilla tocó el suelo en una estación de gasolina. Lo peor es, en definitiva, la soledad de una casa en ruinas.
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