31 de mayo de 2018

Silencios que tocan y muerden

Montarte en un carro sin dirección, recorrer carreteras interminables con gasolineras a los lados. Comprar un montón de ropa interior e irte sin mirar el pasado. Tenerte a ti de copiloto y cantar aquella canción de Yordano a todo pulmón. La poesía de tu escritora favorita, el cigarro en la terraza y el calor del caribe en tu piel. Recuerdas el los trenes que se van mientras decides que hacer esa madrugada en la estación. Las diapositivas de la vida que no has vivido, que nadie ha podido vivir. Y en medio de la entrevista, le vuelves a preguntar a esa señora de ojos tristes cómo era la temperatura del ambiente en el momento de la desgracia. Caminaba en busca de mí misma cuando encontré un jardín escondido dentro del portal de un edificio, un jardín que no podía alcanzar. Una mujer desnuda que camina por su propia casa vacía, imaginando dónde colocará los muebles que acaba de comprar. Y de nuevo la carretera interminable y el yesquero que al tocar el suelo genera el incendio.

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