A veces nos faltan palabras para explicar situaciones que atravesamos en nuestra vida, por buenas o malas, cuando superan nuestras expectativas las palabras nos resultan inaccesibles.
Así me pasó hoy en mi (no) clase.
"Deberías ir a la clase del profesor Briceño", me dijeron. "Es excelente", me dijeron. Luego de meditar durante un par de días sobre la posibilidad de sacrificar tres deliciosas horas de sueño por ir a escuchar a un tipo hablar toda la paja que igual tendría que volver a escuchar al día siguiente por otro profesor en la clase a la cual sí estoy inscrita, no era un decisión complicada. La respuesta lógica para casi cualquier ser humano hubiese sido fácil y predecible: no. Pero yo formo parte de aquellos que hacen que la oración anterior tenga un no sé entremedio.
Claro que sí.
Y fui a la clase más alucinante y fuerte de la historia de mi existencia. Es excelente profesor, y creo que puedo sacrificar tres horas de sueño semanales para seguir asistiendo a sus clases por el resto del semestre. Sublime es el adjetivo que más se acerca a mi impresión.
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