Aprendes a despertarte cada mañana y verte en el espejo. Al principio, parecían unos ojos desconocidos, pero ahora es... diferente. Unos ojos tornasol llenos de sueños que te sabes de memoria. Y sonríes.
Las calles están llenas de desconocidos que caminan con las miradas perdidas y faltos de vida, y tú te empeñas en no ser como ellos, en luchar y mantenerte al pie del cañón para poder decir que sí, estás de puta madre.
Abres un nuevo libro y escuchas el click de la cámara cuando intentas quedarte a vivir para siempre en un único fotograma. Ojalá seas tú quien quiera quedarse conmigo, para que entre toma y toma escribamos el guión de esta historia.
Y en esta ciudad la luz está más bonita que nunca, la montaña se llena de tonos verdes imponentes y te cuestionas si volverás algún diciembre para disfrutarla como se lo merece. Como tú te lo mereces. Que el amor es tan etéreo que no sabes si realmente existe.
Y te imaginas dentro de un año cogiendo trenes con una libreta entre las manos escribiendo todo lo que nunca más has de vivir, recordando y soñando mientras se derrite la crema del café. En silencio. Contigo misma. Has deseado tantas veces ser una desconocida que busca poesía entre los libros de segunda mano de algún aprendiz hasta que llegue alguien y te devuelva las ganas de golpe.
Regresas a casa con el frío por dentro y ganas de terminarte la botella; que si hubiese un lago cerca te sentarías y desearías con todas tus fuerzas ser Anna hasta que te tropieces con la casualidad más grande de tu vida.
Dije que quería darle la vuelta al mundo sin ti, y no mentía,
pero ahora le estoy dando la vuelta al mundo alrededor de mí misma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario