El calendario no se detiene. Sigue avanzando. Ya no sé con seguridad cuál es el color de tus ojos, si son grises o verdes. No recuerdo el sabor de tus besos manchados con cervezas. El sonido de tu risa se ha mezclado con el reloj para borrar la certeza de tu sonrisa. Cómo me hubiese gustado detenerlo, cambiarlo todo y quedarme en ese bar donde una mujer preciosa cantaba boleros como si su vida colgase de ese instante. El calendario sigue avanzando, me separa de tu recuerdo y me acerca a una promesa. Vivimos el prólogo de una historia. Unas páginas breves, escuetas, rápidas. No sabemos si lo que viene después será el libro o tan solo el próximo capítulo, ¿y qué importa? Ya no somos unos críos, jugamos con armas y nos apuntamos a la yugular como si, ni siquiera las balas pudiesen convertirnos en polvo. El tiempo no se detiene, y cada minuto solo nos aproxima a la certeza del reencuentro y el desconcierto de un futuro impredecible.
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